El viento, ese fenómeno de la naturaleza, el mismo que es a
la vez es fuerte y violento, o ligero, y suave. El que mece las hojas, y las
plumas, como la madre que al son de una nana mece a su retoño. Como su
naturaleza es voluble cual veleta, hay días que arrasa lo que se le ponga por
delante. Y otros en cambio parece que acaricia.
Cuantas veces los humanos nos parecemos a las débiles hojas
y plumas que el viento maneja a su antojo. Los acontecimientos en los que nos
vemos involucrados sin previo anuncio, hacen que se desencadene a nuestro
alrededor un huracán de sentimientos y de contradicciones. Nos sentimos
frágiles, y nos pone a merced del viento, de un viento de terrible
incertidumbre. De un querer y no poder. De un mar de dudas, sentimos que el
viento nos bambolea a su antojo, de pronto lo vemos claro, de pronto el viento
se arremolina y lo vemos todo opaco. Es como el famoso SER O NO SER, de mi
admirado Shakespeare.
Sin duda es algo que va intrínseco en la mentalidad del ser
humano. Las dudas, la traición, el remordimiento, el orgullo, la vanidad, la
dejadez, la cobardía, la impotencia o la valentía, el amor, el desamor, el
olvido, la pasión, los errores y los aciertos, la venganza, la nostalgia, el
rencor y el perdón. Una gran incertidumbre mental, que nos hace sentir frágiles
e inseguros.
Aunque a veces aparentemos ser fuertes, en realidad no lo
somos, o no tanto como quisiéramos, nos duele el corazón, ese, que dicen los
mentirosos, que no duele, no es cierto, lo sé.
Nos asemejamos a las frágiles plumas que el viento furioso
las aleja una y otra vez. Y otras con su suave brisa las deposita en algún
lugar. Como nosotros, los humanos, cuando nos acercamos y alejamos de los
problemas, queremos ser fuertes para afrontarlos con valentía, y a la vez queremos
evadirnos, tratando de no pensar. Craso error sin duda, pues creo que las cosas
que nos cuestan, lo mejor es afrontarlas lo más rápido posible. Pero es
tan difícil, tan, difícil.
Cuesta tanto, tanto, taponar las heridas, recoger con las
manos las plumas de la incertidumbre y del dolor, y guardarlas entre las
páginas de un libro para que no se
escapen, para tratar de olvidar. Sólo, quizás algún día muy lejano, sacarlas
para recordar con nostalgia aquello que durante un tiempo que nos pareció
eterno, nos perturbo.
Hay que abrir las ventanas de par en par y dejar que una
nueva brisa de energía nos llene los pulmones, y aleje el sin vivir que nos
acongoja.
Todos somos capaces de rectificar y de hacerle frente a las
adversidades, de perdonar y ser perdonados, de darnos otra oportunidad de ser
felices.
Por eso quiero ser fuerte, para afrontar lo que ha de venir,
y nunca más ser débil como pluma que el viento maneja a su antojo.
La vida es a veces dura, y a veces un regalo, pero sin duda
merece la pena vivirla.
2 comentarios:
Absolutamente genial: Somos plumas y hojas que el viento mece, pero ¡ay del viento! que siempre es pasajero, ¿qué sería del viento sin las plumas y las hojas? No siempre es otoño.
Enhorabuena por esta sutil entrada, amiga Conchi.
Muchas gracias José Manuel,no tiene ningún merito ya que es fruto de un estado de animo acuciado por acontecimientos inesperados y preocupantes, que vienen a perturbar la paz de la que disfrutábamos,algún día te contare.
Un abrazo.
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