domingo, 27 de septiembre de 2020

EL ÚLTIMO ADIOS

 Hoy 20 de septiembre ha fallecido mi hermano Antonio.  

Aunque no nos veíamos mucho, siento un vacío extraño, es el primero de nosotros cuatro en irse, los hermanos como los padres son parte de nuestras raíces, cuando desaparecen se nos va una parte de nosotros mismos. Ha tenido la “suerte” de no darse cuenta, con lo cual quiero creer que no ha sufrido nada.

Hay algo que siempre pienso, cuando las personas se mueren (de repente) como siempre se ha dicho, porque me fastidia mucho, que los familiares o amigos no se puedan despedir de ellos, porque queda un sinsabor, raro, como la falta de algo, seguramente de no haberles abrazado, más veces, de no haber podido decirles que los queríamos mucho, y sin un adiós.

En eso los creyentes nos llevan ventaja, porque piensan que se encontraran en otra vida, ojalá fuera cierto pero no lo es. Sólo nos queda recordar cómo eran y los momentos vividos.

No podía dejar de escribir este triste acontecimiento familiar, en este mi blog, que es como mi casa,  y mi confesionario.

Es increíble como cuando se presenta un trance de este tipo, el mecanismo del cerebro se pone en marcha y todo son recuerdos, recuerdos dormidos durante años, que sin embargo ahora mismo los estoy viviendo.

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Antonio fue el primero, al año justo llego Rafael, cinco más tarde llegue yo, y otros cinco más tarde el benjamín José.

Antonio siempre fue muy bueno, y muy noble. Recuerdo cuando él y “Rafalin”, hacían alguna trastada, (que era bastante a menudo) “Rafalin salía corriendo y se perdía por varias horas hasta que pasara el peligro, de la correspondiente regañina. Antonio, se quedaba quieto delante de mi madre, con la cabeza gacha, esperando el castigo, esa actitud lo salvó no pocas veces del castigo, y el pillín de Rafalin era el más castigado por haberse esfumado. Eran cosa de críos, en una época donde jugábamos con mucha libertad ya en la casa en los distintos patios, ya en la calle, donde no había temor de coches, solo las típicas peleas de críos.

Estos dos hermanos míos, eran dos elementos de riesgo, pues lo mismo se iban a las huertas cercanas y robaban algún fruto que luego se comían tranquilamente, entre todos los amigos. En los veranos se iban al rio, con otros amigos, incluso aprendieron a nadar solos y bastante bien por cierto, mi Antonio ya de chaval, era un figura en natación,  los amigos, nos contaban que salvó, a unos cuantos de morir ahogados.

En más de una ocasión faltaban a clase de tarde, (aunque sinceramente si sus clases de tarde eran como en las mías de rezos inútiles, creo que estaban mejor en sus correrías jugando al aire libre) mis padres se enteraban, porque siempre venia algún niño de sus clases de parte del maestro -¿Concha, que dice el maestro que porque han faltado esta tarde a clase Antonio y Rafalin?  ¿Cómo que no han ido al colegio?  ¡¡Deja que vengan!! No es que lo hicieran muy a menudo, pero sí de tarde en tarde, a pesar de sus múltiples travesuras, sacaban siempre muy buenas notas.

Y de más pequeños la más sonada fue en la casa, -le dice mi madre a mi tía Magdalena, -¿Has visto a los niños? Hace mucho que no se oyen, ¿Dónde se habrán metido? Al rato entra mi madre al comedor, y los ve, sentados en el suelo, brocha en manos y lata de pintura verde en el suelo, pintando las patas de la mesa del comedor, si tardan un poco más le pintan el aparador también.  Esa pintura es la que usaba mi padre para pintar las cañas de pescar que el arreglaba. Por cierto, tenían bastante trabajo, las dejaba preciosas y luego las vendía para ayudar a la economía familiar, parece que lo estoy viendo sentado en su “catrecillo” en el patio. La mayor parte de la vida la hacíamos en los patios siempre que el tiempo lo permitía.

Los últimos años a mi hermano Antonio le dio por vivir a su aire, sin complejos, iba muy descuidado, la barba larga y el pelo, la ropa vieja y no muy limpia, los zapatos igual, no crea nadie que está mal de la cabeza, no, al contrario, su cabeza y la vista la tenia mejor que yo.

Pienso que iba como le apetece ir, y le daba igual que la gente lo mirara con recelo, como si fuera un vagabundo, cuando se podía permitir ir como un señor, porque tenía una paga muy decente.

Alguien muy querido me ha dicho, muchas veces, que porque iba así, y que porque no hacíamos algo, y yo siempre le decía, primero porque no podemos ya que esta en plenas facultades mentales, y segundo porque él está a gusto, y a nadie le hace daño, de hecho nunca ha dado problemas de ningún tipo, creo que es de las personas más buenas y noble que he conocido, simplemente iba como le daba la real gana.                   

Adiós hermano, fuiste una buena persona, que es lo mejor que se puede ser en esta vida. Vivirás en nuestros recuerdos y en nuestros corazones, para mí esa es la otra vida.

D.E.P.

 

 

2 comentarios:

Lisis dijo...

Así es, las personas que se nos van vivirán en nuestros recuerdos. Has hecho bien en escribir sobre Antonio. Quién lo lea, evocará parte de su vida aún sin conocerlo.

Conmovedor relato plagado de recuerdos. Gracias
Un abrazo, Lisis

Paco Madrigal dijo...

Lo siento mucho, Conchi, ánimo.