Si, señores, llego el verano, y de qué manera. Dicen será uno de los veranos más cálidos, ¡no os suena de algo! ¡Acaso no escuchamos lo mismo todos los veranos! ciertamente unos son más calurosos que otros, pero no hay gran variación. Este 2011 ha entrado pisando fuerte, como diciendo “¡aquí estoy yo, no penséis que os vais a librar de mi!”.
Es la estación del año en la que se siegan los dorados campos bajo el intenso cielo azul, en la que el astro sol se rearma de toda su potencia, demostrándonos cuan poderoso es. ¡Y hay de aquel que no le tema! Le huímos continuamente buscando la sombra que dan los edificios, en los parques paseamos debajo de los arboles, pero él nos persigue filtrándose a través de las ramas sin darnos un respiro, nos agobia con su abrazo caluroso.
Las noches son más cortas pero se nos hacen mucho más largas, tardamos en dormirnos y nos despertamos sudando, aprovechamos las primeras horas de la mañana, para hacer las tareas cotidianas pero el sol nos persigue implacable, sin darnos respiro, a media mañana ya se hace insufrible, solo descansamos unos minutos bajo la lluvia en forma de ducha, pero el placer dura poco, es secarnos y volvemos a sudar, parece como si el astro rey se burlara de nosotros.
Qué fantástico seria la lluvia en los días más calurosos del estío, daría gusto salir a mojarnos, aunque pensándolo mejor y acordándome de las lluvias del “monzón” palabra derivada del árabe “mansun” y que no significa lluvias torrenciales como podíamos suponer, sino “estación”, palabra aplicada por los marineros árabes al referirse a los vientos cambiantes, de los fenómenos meteorológicos. Mejor no tentar a la suerte deseando algo semejante, aun pareciendo idílico por tener en la mente la película “La Boda del Monzón” creo que no lo es.
Decididamente mejor aguantar estoicamente, los rigores del calor, que nos hace temer, tener que salir a primeras horas de la tarde. Cualquier cosa que se proclame a las seis o siete tendrá poca audiencia por muy interesante que esta sea, y hay días que ni a las diez ni las once.
Y no digamos nada el efecto que causa en nuestros cuerpos, no sé en el de los demás pero en el mío es bastante importante, para empezar a mí, en todo el invierno me duelen las piernas, a pesar de las muchas varices que tengo, ando mucho, subo y bajo las escaleras hasta el tercero sin ninguna molestia, y es llegar el calor y parece que el peso se multiplica por tres, tardo el doble en subirlas, me siento como si subiera al sexto. Llegar y volver del gimnasio aun buscando la sombra, se me hace cuesta arriba, pero puede más mi fuerza de voluntad, ya que necesito andar y hacer ejercicio lo hago, con cierta dificultad pero lo hago, por mucho que el sol se empeñe en hacerme desistir, el verano a veces es intransigente, y nos regala días de insoportable calor, sin que nadie se lo pida. Sobre todo las tardes son soporíficas, si nos dejáramos llevar por lo que nos pide el cuerpo, estaríamos todo el tiempo en posición horizontal.
Qué lejos quedan aquellas tertulias nocturnas en el patio de mi casa, y no es que en aquellos años no hiciera calor que hacia el mismo que ahora, pero disponíamos de un patio con paredes encaladas y llenas de plantas y flores de todo tipo, desde el humilde geranio hasta la más delicada azucena, pasando por la dama de noche y los jazmines, estos últimos hacían que las tertulias estuvieran perfumadas. Como al caer la tarde cuando el sol se marchaba, los patios y las macetas se regaban con abundante agua del pozo, a la hora de sentarnos después de cenar, estaba el patio de lo más agradable, sentados en las cómodas sillas de énea se comentaban las novedades, o se contaban anécdotas, los fines de semana más calurosos, y siempre que el sol dejaba de martirizarnos, marchábamos las familias a la orilla del rio, con mantas para sentarse y la clásica tortilla de patata, tomates que se ponían a refrescar en la orilla para después comer con sal, ¡que tendrían aquellos tomates que nos sabían a gloria! Esos días dormíamos bajo las estrellas, en el silencio de la noche solo interrumpido de vez en cuando por las conversaciones en forma de ladridos de perros en la lejanía. Cuando amanecía volvíamos a nuestra casa antes de que el sol nos castigara de nuevo.
De todas formas no todo el verano es tan tremendo siempre hay días en los que la temperatura es más benigna, y lo cotidiano no cuesta trabajo hacerlo, sin duda el sol se apiada un poco y nos da un respiro.
No quiero ser injusta con el sol, es su luz la que nos trasmite energía, la que nos calienta en los fríos días de invierno, la que fija el calcio en nuestros huesos, la que abre las puertas al día, y cierra con el atardecer dejando paso a la noche, para que podamos descansar.
Feliz verano a todos. Y que os sea leve.
4 comentarios:
El verano, el sol y los peligros de sus rayos sobre la piel y más si está tiene algunas lesiones que proteger. No basta con ponerse protección, es necesario no exponerse a sus radiaciones. La dosis ideal no existe, ver en las playas a miles de personas exclusivamente tomando el sol me resulta horroroso. Ayer me decía un amigo que tiene un pequeño saharaui este verano en su casa que, cuando le compra ropa para el Sahara, tiene que ser de manga larga, de manga larga. Ellos que son los hombres y mujeres del desierto manga larga. Y cuando se cubren con el pañuelo lo hacen como nuestros segadores y segadoras, no dejando un centímetro de piel expuesta al sol. Esa sabiduría es de siglos, copiemos lo lógico.
Hola Conchi, pues sí la misma cantinela de todos los años, que qué calor hace este año, que este año la vamos a "espichacar", etc, etc; pero grado más o menos, aquí los cuarenta no nos lo quita nadie en verano, salvo años raros. Yo salgo al campo algunas tardes, le temo al sol como cualquiera, y me cubro, no como dice Paco, pero sí con pantalones largos, camiseta y una gorra, así que cuando voy a la piscina -pocas veces- y entablo conversación con algún desconocido me dice: ¡tú qué! ¿trabajas en la construcción?, ná moreno albañil que tiene uno.
Pero en el campo y a las seis de la tarde en verano, detrás de una libélula -que a ellas les suda la mandíbula de los 40 grados- lo mejor es un ratito al sol y otro a la sombra, y mucha agua por dentro y por fuera. Y la ilusión y la esperanza, que no sabes lo que eso te hace aguantar...¡sin bocadillo ni agua me he ido yo al campo y me han dado las dos de la tarde alguna vez!, en fin amiga Conchi, es el clima de nuestra tierra y que no cambie, que es lo que hace que nuestra flora, fauna, paisajes y hasta nosotros seamos así.
Un abrazo muy fuerte.
Dices bien Paco,siempre hay que protegerse, sobretodo en las horas de máxima radiación, y yo así lo hago pierde cuidado, pero fuera de los meses de verano el sol es muy beneficioso para evitar la descalcificacion de los huesos.
En fin que como todo en la vida la moderación es el punto de referencia.
Estimado Juan, es cierto que no nos damos cuenta de las veces que repetimos las mismas palabras año tras año.
No pierdas la buena costumbre de tus incursiones al campo, disfrutar de la naturaleza es uno de los mas grandes placeres de la vida, y si a eso le unes las maravillosas fotografías que haces para tu disfrute y el de los que entramos en tu precioso blog, placer doble.
Un abrazo Juan.
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