martes, 12 de julio de 2011

DOÑA CONCHA – LA PIQUER

La otra tarde proyectaron un documental en la segunda cadena de TVE  sobre la vida de la gran tonadillera Doña Concha Piquer. Lo estuve viendo pues siempre me han gustado las biografías de personajes interesantes. No me defraudó.

Mujer de gran temperamento, adelantada a su época, su vida fue un ejemplo de trasgresión y libertad total en tiempos en los que era muy difícil para la mujer. Con tan solo 16 años vivió sola en América, con la compañía donde actuaba, y en muy poco tiempo paso de hablar un casi ininteligible –valenciano – a hablar correctamente el castellano y el inglés. Fue una de las primeras mujeres que aprendió a conducir  y tener coche propio, fumaba dentro y fuera del escenario. Posó semidesnuda para una revista, de la que solo se conocen un par de fotos donde aparece muy atractiva y sugerente (muy artísticas por cierto), le quisieron cambiar el nombre de Concha por otro más artístico y por el significado que la palabra tiene al otro lado del charco, pero ella se negó en rotundo. No cabe duda que sabía perfectamente lo que quería y no se dejaba manipular por nadie. Era inteligente culta y temperamental.

Concepción Piquer López nace en 1906, un 8 de diciembre, hija de una familia humilde a la que la vida había castigado con la muerte prematura de cuatro hijos  anteriores a Concha, parece que después la vida los premio con la hija, que supongo les dio muchas alegrías.

Estudio clases de canto con el maestro Laguna. Con solo 11 años hace su debut en el teatro Sogueros de Valencia. Descubierta por el maestro Penella, quien en el estreno de la opera “El gato montés” la hizo salir a cantar en el entreacto de la obra, haciendo esta las delicias del concurrido público, y así continuó todos los días.  Estuvieron cinco años en Estados Unidos, en varios teatros de Broadway. Se puede decir que paso de niña a mujer encima de los escenarios y en tierras lejanas.

De regreso a España actúa en los mejores teatros de Madrid y Barcelona. Rueda su primera  película en Paris “El negro que tenía el alma blanca”, de Benito Perojo, a la que siguieron muchas más.

Por esos años tiene la suerte de conocer a tres grandes maestros, como fueron: Rafael de León, Antonio Quintero y  Manuel Quiroga, entre los tres compusieron para ella grandes temas que pasaron a la historia de la copla. Juntos crearon espectáculos que enardecían a la gente al mezclar el amor y las pasiones humanas, con vistosos decorados y llamativos vestuarios. Su maravilloso timbre de voz, unido a su profesionalidad y saber estar encima de un escenario, contribuyó a que pronto fuera admirada por todo el público.

Durante  la guerra incivil, que le coge cantando por los teatros andaluces, se instala en Sevilla, hasta que termina. El estar en territorio nacional le valió la etiqueta de “artista del régimen”, calificativo que no cuadra mucho con su forma de ser y de entender la vida, ya que hizo siempre lo que le venía en gana, sin preocuparse del qué dirán, ni hacer caso de los consejos puritanos que le daban sus más allegados.

Se enamoro de un torero Antonio Márquez, que estaba casado, y convivió con el sin poderse casar, tuvieron una hija, luego fue madre soltera, en esa época ya era todo un reto, jamás se ocultaron, con el consiguiente disgusto del clero y los gerifaltes del régimen, pues al ser muy popular el ejemplo podía ser copiado por otras mujeres, pero había que tener mucha personalidad para pasar olímpicamente de todo y de todos.

Para poder bautizar a su hija, según la iglesia, “hija del pecado”, tuvo que irse a Argentina donde tenía grandes amistades, entre ellas a Doña Evita Perón que fue la madrina de su hija.

 En aquella época los artistas más destacados eran invitados (obligados por las buenas) a cantar en el Pardo. Cuando Conchita fue “invitada” ni corta ni perezosa rechazo la invitación, ella tenía un contrato que cumplir  y por nada ni por nadie faltaría a su trabajo. Pocas personas se hubieran atrevido a hacer un desaire a su Excelencia. Por lo visto ese desaire sentó muy mal a la “Collares” que nunca se lo perdonó.

 El régimen franquista quiso apropiarse de la copla como algo suyo, cosa incierta ya que antes y después de la guerra la copla ya existía como genero popular o de sentimiento del pueblo llano, que por otro lado de pocas cosas podía disfrutar. El pueblo hizo suyas las coplas y eso nadie lo pudo evitar.

Hasta que el pueblo las canta,
Las coplas, coplas no son.
Y cuando las canta el pueblo
Ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria Guillén
De los que escriben cantares;
Oír decir a la gente
Que no las ha escrito nadie.
Procura tú, que tus coplas
Vayan al pueblo a parar,
Aunque dejen de ser tuyas
Para ser de los demás.

Que al fundir el corazón
En el alma popular,
Lo que se pierde de nombre
Se gana de eternidad.


Ya en la posguerra,  la censura hacía estragos con las letras dándole un sentido muy distinto al que realmente tenían.  Muchos autores y cantantes tenían miedo y cambiaban más que a la carrera sus letras.

Sin embargo cuentan, que Conchita retadora y valiente como siempre, se negó en rotundo a cambiar algunas de las  letras que la censura creía perniciosas, como por ejemplo la de  ojos verdes cuando dice: (Apoyá en el quicio de la mancebía) ellos, los de la falsa moral de puertas para afuera, querían que dijeran (Apoyá en el quicio de la puerta mía) cosa que no cuadraba en absoluto  con el texto que le seguía.

"Apoyá" en el quicio de la mancebía
miraba encenderse la noche de mayo,
pasaban los hombres y yo sonreía
hasta que a mi puerta paraste el caballo.
Serrana ¿me das candela?
y yo te dije:
"gaché, ven y tómala en mis labios
que yo fuego de daré"
Dejaste el caballo y lumbre te dí
y fueron dos verdes luceros de mayo
tus ojos "pa" mi.

Ojos verdes, verdes como la albahaca,
verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes, con brillo de faca
que se han "clavaíto" en mi corazón.
"Pa" mi ya no hay soles, luceros, ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vida son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca,
verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.

Vimos desde el cuarto despertar el día,
y sonar el alba en la torre la vela,
dejaste mis brazos cuando amanecía
y en mi boca un gusto de menta y canela.
Serrana para un vestido yo te quiero regalar,
Yo te dije:
"estás "cumplío", no me tienes que dar ná"
Subiste al caballo, te fuiste de mí,
y nunca otra noche más bella de mayo
he vuelto a vivir.

Ojos verdes, verdes como la albahaca,
verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes, con brillo de faca
que se han "clavaíto" en mi corazón.
"Pa" mi ya no hay soles, luceros, ni luna,
no hay más que unos ojos que mi vida son.
Ojos verdes, verdes como la albahaca,
verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.




Ella decía que prefería pagar la multa que le echaran, “500 pesetas”, que en aquella época eran dineros, a cambiar ni una sola coma de las letras, que en sí, eran historias la mayoría dramáticas y machistas, como la vida misma,  pero que al público en general  le encantaban. También es cierto que quizás por la popularidad que ya había adquirido, o porque el publico la adoraba a ella se le permitían algunas licencias.

La censura no tuvo más remedio que hacer la vista gorda ante canciones que hablaban de adulterios y prostitución: “Tatuaje”, “Cárcel de oro”, “Yo soy la otra”, “La lirio”, “En tierra extraña”, aquí el tema era el de la “inmigración”, obligada por las circunstancias, todos sabemos las miles de personas que tuvieron que emigrar por cuestiones ideológicas, principalmente para salvar sus vidas de la intolerancia del nuevo régimen. Esa canción “En tierra extraña”  conmovía a miles de españoles que pensaban en familiares y amigos tan lejos en la distancia, tan cerca en el corazón.

Cuando en 1962 le conceden la medalla de Isabel la Católica, la rechaza acompañada de la siguiente frase “¡Con ser la Piquer me sobra y me basta!” parece ser que aquello fue una pataleta porque antes se la habían dado a Juanita Reina, lo cual le sentó  muy mal, ya que no se la dieron  a ella primero. Cosas de divas.

Lo cierto es que Conchita Piquer supo imprimir a esas magistrales letras la fuerza y el sentimiento que requerían. Fue una mujer adelantada a su época que vivió acorde con su forma de entender la vida. Tenía fama de exigente en el trabajo. No permitía la impuntualidad ni el desaliño en el vestir, hasta el punto que, a Manolo Caracol lo echó de su espectáculo por presentarse sucio y mal vestido. Amante de la perfección controlaba hasta el último detalle antes de empezar el espectáculo. Por eso era perfecta.

Profesional hasta el final, dejo de cantar de repente en una actuación que tuvo en Isla Cristina donde se noto un desgarro en la voz, que nadie notó excepto ella, y allí mismo se despidió del público. Al terminar la actuación, salió a saludar y dijo “Acabáis de ver la última actuación de La Piquer”, dejando al publico sin habla. Desde entonces paso a ser Doña Concha Piquer

Saber retirarse a tiempo es una gran victoria, que pocos artistas son capaces de llevar a cabo.

Tremenda la personalidad y  el carácter  de esta mujer, y tremenda su magnifica voz.

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