viernes, 22 de junio de 2012

NOCHE DE INSOMNIO



Por fin terminamos y puedo retomar mis escritos y pasear por facebook con los amigos, ¡ah!, que no lo he dicho, terminamos de pintar el piso, no sin antes sufrir a los albañiles, y con el único fin de ahorrar unos pocos de euros. Pero qué locura, si es que ya somos muy mayores y no estamos para esos trotes. Al final, como no podía ser de otra manera, me volvió a dar la contractura muscular, diez horas de fuerte dolor, porte de calmantes y relajantes que no hacen nada, solo el masaje mientras dura este, menos mal que tengo un masajista particular y exclusivo en casa. Después el dolor sigue, el muy testarudo, solo se quita cuando le da la gana, unas veces dura horas, otras días, es desesperante, no se lo deseo ni a mi peor enemigo, bueno si, ojala les diera a todos los que nos han arrastrado a la situación de crisis que estamos sufriendo, y pagando los de siempre, los más débiles, bueno, esto no tiene nada que ver con lo que quiero contar, así que hay lo dejo.

Una de las muchas noches que estoy desvelada, es decir que las paso en blanco, cuando eso ocurre, la radio es mi mejor compañía. En una emisora, no recuerdo cual, pues la mía habitual es Radio Nacional, al pasar el dial, escuche que estaban hablando de los cementerios, me detuve a escuchar un momento, la gente llamaba y contaban sus anécdotas o sus fobias, referentes al tema cementerios. Lo que para otros seria tema desagradable, para mí no lo fue, ni lo es, deje de mover el dial y me dispuse a escuchar; iban surgiendo anécdotas de lo más variopintas, que a su vez me hicieron recordar algunos momentos de mi pasado.

“Cementerio”, llamado también “Campo Santo” “Necrópolis” nombre más común sobre todo para los arqueólogos, “Al Macabra” al igual que “Rawda” o en castellano “Rauda”, es la definición de cementerio para los musulmanes. El caso es que hay mucha gente que tiene “yu, yu” por no decir una fobia exagerada, a los temas mortuorios, yo la verdad, no sé porque, nunca me han dado miedo. El caso es que la gente, durante la hora que duro ese espacio, no paraba de llamar y contar sus experiencias. Salió a relucir algo que, cuando yo era pequeña escuchaba muchas veces de boca de la gente mayor;  casos de gente que cuando se abría el ataúd al cabo de muchos años después, se encontraban con el cadáver en posturas que no eran las normales al ser enterrados, también los féretros arañados, lo que significaba que por alguna causa los habían enterrado vivos creyéndolos fallecidos.

Otros casos que se daban por el mismo motivo, era que estando velando al cadáver, éste se movía sentándose en el ataúd con cara de póker al no entender nada, mientras los familiares y amigos huían despavoridos entre gritos de horror. Luego venían los chistes a costa del falso difunto. O canciones como la de Peret, “Y no estaba muerto, no, no, y no estaba muerto” etc.etc. … El ingenio surge de cualquier cosa, incluyendo las más dramáticas, siempre ha sido así, y así seguirá por los siglos de los siglos.

A mi aquellas historias me daban, más que miedo, una claustrofobia de pronóstico reservado. Pero a la vez me gustaba escuchar esas macabras historias, sé que es una contradicción, pero así era. Todo tiene una explicación medianamente lógica, desde muy pequeña, mi madre me pedía que acompañara a mi tía Magdalena al cementerio en tiempo de vacaciones, para que esta no fuera sola y yo le sirviera de alguna ayuda. Lo cierto, es que íbamos todas  las mañanas veraniegas al cementerio. Mi tía había perdido además de a sus padres, mis abuelos paternos, a un hermano, mi tío Curro, que se enamoro de una prostituta y se la llevo a vivir con él a la casa  que era de todos los hermanos, la mujer en cuestión era buena persona y vivió como una más de la familia, hasta que murió también relativamente joven.  Mi tía quedo viuda en plena madurez, pero la vida le tenía reservada otra tragedia mucho peor, la muerte de su hijo Pepe de una tuberculosis, a la edad de 24 años, ninguna persona está preparada para una desgracia tan tremenda, simplemente después de ese drama solo se sobrevive.

Para mi tía, era una necesidad o un consuelo dentro de lo que cabe, ir a diario al cementerio, a limpiar las lápidas, sobre todo la de su querido hijo, a la que le ponía algunas flores. Ya limpia la lápida, se sentaba en el filo de la piedra y le rezaba unas oraciones en voz baja (ahora que lo pienso, realmente nunca le llegue a escuchar lo que decía), en realidad podía muy bien en vez de rezos, estar maldiciendo a la vida e incluso a dios por todas sus desgracias, y estaría en todo su derecho la pobre mujer.

Ella hacia todo el ritual de limpieza, colocación de flores y rezos, o lo que fuera. Mientras mi tía pasaba el rato con sus dolorosos recuerdos, yo me paseaba por entre las lapidas leyendo los epitafios, y sobre todo las edades, me sobrecogía cuando descubría las que pertenecían a niños, o a jóvenes, era algo que no llegaba a asimilar, comprendía que todos tenemos que irnos algún día, pero no a esas edades cuando aun no se ha tenido tiempo de vivir, era algo incomprensible para una mente infantil, aun hoy a mi edad, me parece cruel e inhumano. La vida nos sobrepasa en esos temas, pero nadie puede hacer nada y nadie está libre.

Enseguida me vino al recuerdo una de las veces en la que caminaba con mi tía camino del cementerio. Ese día se habían empeñado mis dos hermanos -mayores que yo- en acompañarnos. Al pasar a la altura del matadero municipal, sentimos un rumor alarmante, nos volvimos y vimos con estupor y pánico que se habían escapado dos toros, (tengo que decir que en aquella época ocurría con cierta frecuencia, ya otra vez, paseando por la ribera con una amiga sufrimos otro susto que nos hizo volar más que correr) mi tía que tenia la pobre un problema en una pierna, corría sin poder tirando de mi mano, o más bien yo tiraba de ella, no lo sé, mi tía a la vez que corría renqueando, le gritaba a mis hermanos para que volvieran, pero ellos ya no la podían escuchar, pues habían salidos disparados detrás de los toros sin escucharla. Los toros afortunadamente se fueron en dirección contraria al cementerio que era nuestra dirección, nosotras corríamos como posesas para llegar al cementerio que ya estaba muy cerca, a mis hermanos los dejamos de ver en unos minutos, la pobre de mi tía sufrió lo indecible pensando lo que le podía pasar a los insensatos de mis hermanos. Al final todo acabó bien, nadie sufrió ningún percance, mis hermanos tuvieron su aventura particular de la que presumían con los amigos, a mi tía le duro el susto unos días, y le dijo a mi madre que a los niños no los llevaba más. Para mí también fue una pequeña aventura, que me hizo desear ser un niño para haber hecho lo mismo que mis hermanos.

El cementerio no era para mí nada anormal, de ahí que no me importara ir con mi tía, las veces que me lo pidiera.

Hay un precioso relato corto, creo que es de Jorge Bucay, aunque no estoy segura, que trata de un cementerio en el que las fechas de la muerte eran todas de gente muy joven la mayoría  niños, tres, cinco, siete, diez, doce, catorce y poco más, incluso meses. Llegando a esa ciudad un señor que le gustaba visitar los cementerios de todas las ciudades, quedose sorprendido al comprobar esa cantidad de niños fallecidos, intrigado pregunto a la primera persona que vio, ¿por favor, podría decirme que hecho desgraciado ocurre en esta ciudad, para que todos los difuntos sean niños? ¿Es que ha habido alguna epidemia, que solo ha afectado a los niños? El señor interpelado lo tranquilizo diciéndole; no se preocupe señor enseguida se lo explico; en esta ciudad, existe una costumbre ancestral que consiste en que desde que se tiene uso de razón, hasta el final de la vida se apunta en un libro virgen, el tiempo en el que verdaderamente se ha sido feliz, uno, dos, tres, los que sean, al morir los familiares suman minutos, días, semanas o meses de los días felices y el resultado es el que se pone. Porque la vida puede ser muy larga, pero los días felices son muy pocos.

Este relato nos lo leyó la profesora de yoga mientras estábamos en la relajación, y a mí me encanto, por su originalidad y veracidad. Con esto termino, deseando a todos los que podáis leer estas líneas, que vuestros días felices sean tan largos como días vividos.

Y como dice mi maestra de yoga, PAZ PARA TODOS.

4 comentarios:

Paco Muñoz dijo...

Añadir que siempre existe un aviso previo, ¡cuidado eso te va a llevar al dolor de espalda! Una pequeña desviación de la columna es la causante del problema y el DNI es el que remata. Menos mal que esta vez ha durado poco.

El masajista.

Molón Suave dijo...

Con lo que dicen que ha avanzado la medicina y lo poco que lo ha hecho con respecto al dolor. Más áun: el poco caso que los médicos, en general, prestan al dolor. ¡Sicológico! Para la mayoría casi todo es sicológico. Yo sé un poco de eso porque Lola sufre de la espalda casi todos los días del año y más aún en invierno. Y lo poco que se puede hacer. Prevenir. ¿Pero cómo? A veces, una faja. Otras, ni eso. No meterse en faenas que puedan dañarnos. Pero, claro, como vivimos por encima de nuestras posibilidades y vamos por ahí tirando el dinero, pues qué vamos a hacer. El dolor, ese dolor desmesurado y constante, que ya no tiene nada que ver con el aviso de que algo no va bien en nuestro cuerpo, es una de las razones por las que yo no creo en Dios, en ese Dios todo bondad que los que tampoco creen en Él, pero de Él viven, nos hablan constantemente. Me alegro de que no durara mucho y toco madera para que no se repita o, al menos, que tarde en hacerlo.

Conchi Carnago dijo...

Paco ya se que me avisas pero me niego a no vivir en la normalidad de hacer lo que toda la vida he hecho, y también me pasa que cuando estoy bien olvido que tengo ese problema,de hecho yo estaba tan contenta porque llevamos muchos días forzando la maquinaria más de la cuenta, y ya vez al final salio, que le vamos hacer.

Un beso para el mejor masajista.

Conchi Carnago dijo...

Que razón tienes amigo Molón,en cuestión del dolor poco o nada se a avanzado, no sabes como lamento que Lola lo sufra tan frecuentemente,ojala inventen pronto algún remedio realmente efectivo, porque no sabe nadie como te coarta tu rutina diaria, como te mina poco a poco tu independencia,tus deseos de hacer cosas que te apetecen sabiendo que eres muy capaz de hacer y que no puedes por un maldito dolor físico y crónico.

Mucho animo a Lola.