Comenzamos Febrero, mes de celebración del carnaval, festividad no religiosa que precede a la cuaresma.
Ya antes de Cristo los campesinos se disfrazaban y bailaban alrededor de las hogueras para celebrar la fertilidad de la madre tierra, y para alejarla de los malos espíritus. También los romanos dedicaban unos días de febrero a festejar y honrar al dios fauno, en las “saturnales” romanas, es pues una festividad de raíces paganas.
Es sabido que los cristianos tomaron muchas costumbres de los romanos adatándolas a sus necesidades evangélicas, y fue la religión quien las difundió por toda Europa y colonias americanas, adaptándolas cada pueblo a sus costumbres locales. El carnaval son las fiestas previas a la cuaresma que se inicia el miércoles de ceniza, según el calendario litúrgico, cuarenta días antes de semana santa, empezando ésta por el domingo de ramos, aunque las fechas son movibles, es febrero el mes carnavalero por excelencia.
Fusión de culturas, costumbres, creencias, y tradiciones, con más de dos mil años de antigüedad, donde las ciudades sufren una metamorfosis.
A lo largo de la historia fueron prohibidos por varios papas, sin mucho éxito, ya que el pueblo no permite fácilmente que se les quiten de raíz sus tradiciones ancestrales, la prueba es que han llegado hasta nuestros días. En España estuvieron prohibidas por orden de Franco durante muchos años, aun así el pueblo se las arreglaba para burlar a la autoridad.
Los carnavales más famosos mundialmente son; los de “Venecia” donde el lujo de sus máscaras y majestuosos atuendos, del siglo XVII, unidos a la belleza del entorno, no tiene parangón. El de “Río de Janeiro” donde cuerpos esculturales se mueven al son de la música de samba, ritmo, colorido, y fuego en el cuerpo. El de “Nueva Orleans “en el Estado de Luisiana. El de “Barranquilla” en Colombia. En España los de “Cádiz” son la voz del pueblo, sus coros, comparsas, y chirigotas encuentran en la situación política del momento, su caldo de cultivo, haciendo mofa de los políticos principalmente, todo aderezado de la gracia natural y espontanea que los gaditanos derrochan. Otros como el de “Sitges” o el de “Tenerife” etc…
La importancia del carnaval como fenómeno social ha sido reflejado en obras como “El libro del buen amor” de Juan Ruiz, reflejado por pintores como, Brueghel, o Goya, o por compositores, como Berlioz, Schumann, o el genial Verdi.
Como no podía ser de otra manera todos tenemos recuerdos de esas fiestas, paso a relatar algunos de mis recuerdos de la niñez y adolescencia, en esa época de carnaval.
Cuando llegaban esas fiestas tan esperadas por alegres, y porque no había muchas ocasiones en las que el pueblo humilde pudiera expresarse libremente, era una forma de liberar las frustraciones.
A niños y niñas, nos disfrazaban con ropas viejas, a las niñas de niños, con las de los hermanos, y a los niños de niñas que resultaban mucho más cómicos. Como igual de cómico es un hombre vestido de mujer. Los socorridos disfraces de payaso y de demonio, con cuatro trapos viejos y la cara pintarrajeada, con un poco de imaginación dábamos el “pego”, y sobre todo nos lo pasábamos muy bien. Pero las que realmente se lo pasaban bien eran las mujeres. Se disfrazaban de viejas, con ropas negras y bastón, con el pelo manchado de polvos de talco, y con el lápiz de ojos imitaban las arrugas y ojeras, caminando encorvadas y hablando con voz temblorosa. Era increíble lo habilidosas que algunas podían llegar a ser, no sólo en el arte del camuflaje sino como auténticas actrices, alguna se atrevía a imitar al universal “Charlot”, con bastante arte por cierto. Pero lo más socorrido era usar las ropas más viejas de sus maridos, si estaban gordos; pues con cojines en la barriga y en el culo, asunto resuelto, y allá que iban corriendo de casa en casa alborotando al vecindario, que tranquilamente estaba ocupado en sus quehaceres cotidianos. Las que llevaban careta, al cruzarse por la calle con otras vecinas, desfigurando la voz les decían la famosa frase “Adiós, que no me conoces”, y las otras intentaban sonsacarlas con preguntas para ver si lograban identificarlas, al no conseguirlo decían que “joía”, no hay manera, y seguían su camino, dándole vueltas a la cabeza intentando descubrir a la susodicha. Mientras que la “máscara” seguía su camino contenta de haber salido airosa, sin que hubieran descubierto su identidad. Alguna que otra vez se llevaban un buen susto, pues algún gracioso desde la ventana alzaba la voz gritando a pleno pulmón:
―¡¡Que vienen los guardias, que vienen los guardias!!
Y las pobres, entre el miedo y la risa por lo ridículo de la situación, corrían como alma que lleva el diablo escondiéndose en la primera casa que encontraban. Hasta que se daban cuenta que todo había sido una broma, entonces estallaban en risas junto a los vecinos que las apoyaban, entonces se desmadraban, cantaban, contaban chistes era una manera de evadirse cada una de sus respectivos problemas. Alguna aprovechaba la ocasión, única en todo el año, para ridiculizar al marido, vengándose así del maltrato que recibían de sus conyugues.
Hoy día nos parecería ridícula esa pírrica venganza, pero era lo único que podían hacer, pues ni tan si quiera la familia las apoyaba, y mucho menos la policía, totalmente indefensas no les quedaba otra que seguir aguantando estoicamente por los hijos. Por eso el Carnaval era la única válvula de escape que tenían, aunque no pocas veces las risas acababan en llanto, pues afloraba en ellas el sentimiento de impotencia que llevaban arrastrando año tras año.
Más adelante los jóvenes organizaban en las casas bailes de disfraces, pero estos ya vestían bonitos trajes que con la ayuda de sus madres o tías les confeccionaban. Mis amigas y yo los veíamos pasar todas llenas de envidia. Los chicos también iban guapísimos. (No pensaran que en la casa donde se celebraba el baile, no estaba toda la familia, incluidos los abuelos tíos y sobrinos, y algún agregado más, ya que había que cuidar “la moral”, pero estoy segura que se descuidarían, momento que aprovecharían las parejas para “achucharse”). Cuando terminaba el baile, ya entrada la noche, los mayores acompañaban a las jóvenes hasta sus respectivas casas, tan puras e intactas como habían salido. Pero lo que afortunadamente no podían controlar eran sus mentes y los sueños eróticos que chicos y chicas tendrían esa noche.
Años más tarde en Córdoba, el barrio de San Agustín fue el centro de la fiesta allí acudían todos los que gustaban de disfrazarse pero principalmente los “mariquitas” que así llamaban a los pocos homosexuales que se atrevían a dar la cara, pues de todos es bien conocido la hipocresía que había en esos tiempos de represión, y como eran señalados, perseguidos y maltratados sin compasión. Estos, vestidos con atrevidas ropas de fiesta disfrutaban de un día de supuesta libertad, las calles se llenaban de gente riendo y comentando, yo creo que los que más se divertían eran los disfrazados, seguramente era una forma de desquitarse de tanta represión, y persecución, que había tenido que soportar, durante un régimen dictatorial y falto de libertad colectiva e individual.
Ya con mis hijos pequeños, en el colegio y en la asociación se hacían desfiles y concursos por el barrio. Yo siempre participaba, con mis hijos, con cuatro trapos y un poco de idea conseguía unos aceptables disfraces, con los que salíamos a mezclarnos con vecinos y amigos al compas de la música.
Eran tiempos de reivindicaciones, en los que las Asociaciones de Vecinos tuvieron un papel importantísimo. Éramos jóvenes con muchas ganas de cambiar la sociedad, había mucha unión y camaradería entre los vecinos. ¡Que tiempos!
2 comentarios:
Cada día te superas Conchi. Está muy bonito, porque en el fondo es lo que pasaba y te recuerda esos tiempos. Hoy todo es más sofisticado. El carnaval se resume en vivir un poco sin ningún rigor de la vida, el dar rienda suelta a todo lo que se pueda.
Un beso.
Gracias Paco, ya sabes que solo escribo artículos personales, luego este blogg es como una especie de confesionario de mis pensamientos,y una manera de disfrutar de el placer de la escritura,luego principalmente es para mi propia complacencia, si a alguien mas le gusta lo que escribo también me alegro. En cuanto al carnaval actualmente no es ni mejor ni peor, cada generación recordara el suyo.
Un beso.
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