-¿Está el enemigo? que se ponga.
Frases como esa lo hicieron famoso. Era genial, su humor podríamos decir que era blanco, apto para todos los públicos, nunca utilizó palabras mal sonantes, ni polémicas y no le hizo falta, divertía a grandes y chicos con un humor inocente pero super inteligente, buen dibujante, escritor, actor, y sobre todo humorista, un gran humorista, tanto, que por muchas veces que escuchen sus monólogos nos siguen haciendo gracia, que ya es difícil.
Miguel Gila Cuesta, nace en Madrid el 12 de Marzo de 1919, en el castizo barrio de Chamberí. Quedó huérfano de padre desde muy niño. Dejó los estudios a los trece años. Trabajó de pintor de coches. Retomó los estudios hasta el segundo grado de aprendiz de mecánica de aviación, trabajando en los talleres Elizalde de Barcelona. Posteriormente fue fresador en Construcciones Aeronáuticas, S.A. en Getafe.
Cuando estalla la guerra incivil, el militaba en las Juventudes Socialistas, se alista como voluntario en el quinto regimiento de Lister, en Valsequillo, Córdoba. Corría el año 36, con tan solo 17 años se ve delante de un pelotón de fusilamiento, del que sale milagrosamente, porque los integrantes del piquete estaban tan borrachos que no le acertaron, se salvó haciéndose el muerto. En diciembre del 38 fue hecho prisionero, y llevado a un campo de concentración, en el campo conoce a Miguel Hernández, el cual disfrutaba de las divertidas viñetas que Gila ilustraba con lo que tenía a mano. Paso después por los penales de Yeserías, Carabanchel y Torrijos, más 4 años de servicio militar.
Su carrera empezó, como humorista grafico en la revista “La Exedra” editada en Salamanca por universitarios, años 43 – 44. Más tarde colabora en “La Codorniz” y en “Hermano Lobo”. Pero el éxito le llega en 1951 cuando en el teatro le dio por salir de forma espontanea improvisando un monologo sobre su experiencia en la guerra. Fue pues, el pionero en hacer monólogos de humor, esos que ha hora están tan de moda. Durante la década de los 50 actuó mucho en la radio. En 1968 se exilia voluntariamente (parece que por motivos personales y familiares).
Se asentó en Buenos Aires donde fundó compañía teatral y una revista llamada “La Gallina”, desde entonces ya no paró de hacer giras y trabajar en programas de radio y televisión, no solo en Sudamérica y también en España, donde venía esporádicamente.
En 1985 regresa definitivamente a España, donde vive hasta su muerte en 2001, a la edad de 82 años.
Inolvidable Gila era un hombre sencillo, un genio disfrazado de paleto, con tan solo un teléfono y su boina. Nos contó su vida y “como nació solo” porque su madre no estaba. Y con qué gracia llamaba al enemigo, para saber si iban a atacar. Nos hizo reír como nadie con tan poco.
Se cumple una década de su muerte. Si hay otra vida se lo estarán pasando de miedo con él.
Recomiendo, ver de vez en cuando los videos de sus magistrales monólogos. La risa es salud.
4 comentarios:
Yo creo que Gila se reía, sobre todo, de sí mismo. De esa vida azarosa que le tocó vivir y de la que, afortunadamente para todos nosotros, salió adelante. Y al mismo tiempo que se reía de él, se reía de todos los demás; nosotros, los que le escuchábamos reconociendo las situaciones que nos presentaba de una forma tan inverosímil como humana. Haciéndonos reconocernos a nosotros mismos en esas situaciones. Fue un monstruo que sentó cátedra y nos hizo llorar... de risa.
Me apunto a tu homenaje.
Cuanta razón tienes,José Manuel, cuando nos gusta un humorista es por que sentimos reconocernos en sus parodias,nuestras tribulaciones en la vida cotidiana son dichas en forma sabiamente humorística. A mi me parece un ejercicio mental extraordinario.
Saludos.
Hola Conchi, para mí ha sido el mejor humorista que hemos tenido. Por la época en que le tocó vivir, la guerra civil y el franquismo, ya le echó imaginación y valor a la profesión que escogió.
¡A saber lo que estará liando en el cielo y en el infierno en las guerras celestiales!.
Un abrazo fuerte
Si Juan coincido contigo en que fue el mejor, hay que ser inteligente para hacer humor sin ofender a nadie y en tiempos de censura mucho más.
Un abrazo Juan, Llámanos cuando vengáis a Córdoba.
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