viernes, 7 de octubre de 2011

DESCONECTANDO


Es el atardecer, estoy sentada cómodamente en la tumbona de la playa, son los primeros días del otoño. Es la primera vez que venimos a la playa en octubre, siempre lo hacemos en septiembre, o antes del verano, esos meses nos ofrecen una tranquilidad, que no se consigue   en julio o en agosto principalmente. Leo una novela de esas de formato de bolsillo, tan cómodas de leer en cualquier sitio, titulada “El Origen Perdido” de Matilde Asensi -muy interesante por cierto-. Por la mañana disfruto más del agua y del sol, también suelo tomar breves apuntes en mi pequeña libreta, que luego paso a limpio. La tarde es más placentera, el astro sol ya no molesta, es más apetece buscarlo, pues empieza a refrescar. De vez en cuando levanto la vista para llenar mi retina de tonos de un azul suave, como si una patina invisible amortiguara el color haciéndolo más relajante. Llega un momento de la tarde en el que se funde la línea del horizonte con el cielo, algunos barcos en la lejanía parece que están suspendidos en el aire. A mi izquierda, tengo un hermoso palmeral que recorta sus elegantes siluetas sobre el azul del cielo, meciendo sus palmas al ritmo de la brisa. De fondo, el suave  vaivén de las olas casi calmadas. Respiro profundamente y sigo leyendo, todos mis sentidos detectan la tranquilidad, y se respira paz. Disfruto del paisaje, del sonido y de la lectura, no puedo pedir más.

 La playa fuera de temporada alta es una gozada. De vez en cuando es muy saludable olvidarse de las tares cotidianas, y de las malas noticias que se multiplican por diez. Estamos viviendo un momento en este país que, si no somos capaces de desconectar, nos volveremos todos locos, locos de impotencia ante tanta desvergüenza y despropósito. Pero ¿qué ha pasado?  No hace tantos meses todo era maravilloso para mucha gente, había prosperidad a raudales, los dineros corrían de mano en mano como la pólvora, parecía poco menos que los bancos te los regalaban. Los constructores no tenían hartura, cualquier trozo de terreno para ellos era urbanizable, los políticos no ponían el límite, todo en la vida tiene que tenerlo, si no los humanos nos descontrolaríamos, está comprobado. De pronto todo ha cambiado, parece que el mundo se ha dado la vuelta, como hace un bebe en el vientre materno, y nos ha dejado con “el culo al aire”. Todos los días las malas noticias parecen que han tocado fondo. ¿Verdad? Pues no, al día siguiente se superan, y así un día sí y otro también. Hay días que no lo puedo soportar. Pero es tan difícil substraerse a estar informado, que pocas personas logran hacerlo, yo creo que es un poco de morbo, un poco de miedo a lo que nos espera o incluso, masoquismo en estado puro.

¿Seriamos más felices  si no tuviéramos; ni radio, ni prensa, ni televisión y nos enteráramos a toro pasado de lo acontecido en el país o en el mundo? Realmente no lo sé. ¿Pero acaso podemos solucionar algo? la mayoría de las veces desde luego que no, solo conseguimos, cabrearnos, maldecir, que nos suba la tensión y deprimirnos.

Algunas veces al despertarme pienso, ¿no estaremos sufriendo una pesadilla generalizada de la que cualquier día nos despertaremos?

Creo importante de vez en cuando desconectar, no escuchar ni leer nada, y perderse como dice la película “lejos del mundanal ruido”. Aunque sea cerca de nuestra casa, o incluso en nuestra propia casa. ¿Por qué no? no debe ser tan difícil, o sí.

3 comentarios:

Paco Muñoz dijo...

Lo cierto es que es muy lamentable el bombardeo mediático que sufrimos. Es una manipulación criminal constante. Escuchar un mediocre que se cree una deidad, que ni siquiera votó a la Constitución (eso no quiere decir nada pero si al ser defensor recalcitrante ahora, los vascos dentro de su derecho no la votaron muchos). Cada vez que habla esté individuo sube el pan, y la pena no es que sea un "mangurrino", sino que los que lo siguen con la boca abierta son más, esa es la pena, que la gente no tiene memoria. Hablan de cortar derechos y viven como obispos, y con muchos más dineros. Se llaman patriotas y son unos simples vividores. La suerte es que la historia dará cuenta de ellos, casi nunca se escapan de esa condena, claro que los demás no podremos verlo, ya que es a largo plazo. Pero ojalá se pudran en el infierno de la indiferencia, y los espíritus de tantas personas que han muerto con sus decisiones de guerra, no los dejen a ellos ni a sus descendientes descansar nunca. Malditos sean.

José Manuel Fuerte dijo...

Pero siempre nos quedará el mar... o la mar, su luz, su azul cambiante, sus olas que acarician las arenas de las playas, su soplo de brisa, el sabor de su salitre, su tenue sol al atardecer, ese sonido inigualable del roce de agua y tierra...

Y el libro, ¿cómo no? el libro que nos transporta a otras latitudes y nos cuenta historias, que nos relaja y complementa el paisaje.

Por lo demás, Conchi, solo decirte que no es el momento. No te atormentes y disfruta del escenario, que el mundo sigue rodando... y seguirá.

Conchi Carnago dijo...

Paco,ya sabes mi opinión al respecto,y que estamos de acuerdo en muchas cosas,nos preocupamos del futuro más por nuestros hijos y nietos, y por toda la juventud en general.Pero a que nos ha venido bien los días de relax,para tomar nuevas energías, y apoyar en lo que podamos.

Y a Jose Manuel que tanto leer, como disfrutar de los paisajes que nos brinda la naturaleza,junto a los pequeños placeres cotidianos,a los que no le echamos cuenta, y son más importantes de lo que creemos.En cuanto a lo demás¡no hay mal que cien años dure!decia mi madre, y luego seguía, ¡ni cuerpo que lo resista!