No te conozco, pero te odio y te temo. Dicen que atacas a
partir de los sesenta y cinco aproximadamente, pero incluso a edades mucho más
tempranas. Eres ruin y traicionero. Te apoderas de los recuerdos de las
personas y de sus intimidades. ¿Con que derecho, Dios, con qué derecho?
Me gustaría saber cómo te puedo atacar a ti, antes de que tú
lo hagas conmigo. Antes de que me arrebates mis vivencias. Antes de que borres
de mi mente el físico de mis seres más queridos. Antes de que confunda todos
los términos. Antes de que me dejes como una muñeca sin pasado y sin futuro.
¿Cómo y con qué te puedo atacar? Para salvar a los míos de un calvario que minará su independencia.
Que sufrirán mucho más que yo, que ya estaré ausente. A ellos les dolerá comprobar
que ya no seré nunca más la mujer que fui. Les dolerá, que no los conozca, o
que los confunda con otros. Se sentirán culpables cuando no tengan más solución
que internarme en un lugar de donde no me pueda escapar, y donde me traten como
lo que seré, una persona sin una historia que contar, es decir “anónima”.
Y qué decir de los hombres y mujeres, excelentes científicos
preparados con dinero público que tendrán que emigrar y los que ya se han ido,
siendo rápidamente reclamados por otros países con otra forma de pensar sin
duda, más inteligente y práctica.
Solo con la ayuda de esas personas que dedican toda su
energía a la investigación, podremos combatirte y aniquilarte, Alzheimer del demonio, te odio.
Parece que no tiene
nada que ver los pequeños olvidos con la malévola enfermedad de Alzheimer. Hoy
ha salido en los medios de comunicación, una buena noticia: “Sanidad da luz verde al ensayo clínico en pacientes en un estado
leve de la temida enfermedad”. Noticias como esta hacen que merezca la pena
la inversión de dinero público para investigación. Dinero que, con el achaque
de la crisis, no llega y se está poniendo en peligro cientos de trabajos, que
se quedaran a medio hacer, es decir como los seis millones de parados que se
han quedado en “STAND BY”.