jueves, 28 de febrero de 2013

RETAZOS 7º


 ATRAPADOS

Andrea, una chica joven y resuelta, salió de su casa a las siete y media de la mañana para ir a su trabajo. Éste estaba en el centro de la Gran Vía, en la décima planta de un antiguo edifico restaurado. Primero tuvo que coger el metro y esperar unas cuantas paradas. Con los años ya le había cogido el punto y llegaba siempre puntual sin tener que correr demasiado.

El edificio estaba ocupado solo por grandes oficinas de importantes empresas. En el ascensor casi siempre se encontraba con los mismos empleados, aunque de distintas secciones y oficinas. Aquel día, entre comentarios y risas de los pequeños grupos que se formaban a diario, ocurrió algo. El ascensor se paró entre planta, planta. En realidad nadie le dio la menor importancia, no era la primera vez que pasaba, siempre eran unos segundos o pocos minutos, -mejor, así podían seguir con la animada charla en la que estaban inmersos- pensaron casi todos.  Al rato alguien se percató de que había pasado más tiempo del habitual, en estos casos.

Andrea, dijo:
-No os parece que están tardando mucho- todos contestaron al unisonó:
-Desde luego que sí.
-Pero no preocuparse -dijo Carlos- ya no pueden tardar.
Siguieron con sus animadas conversaciones. Al rato, de nuevo fue Andrea la que advirtió a los demás que había pasado demasiado tiempo, ya llevaban cerca de una hora encerrados, sin duda los habían echado de menos y estarían tratando de arreglar la avería, seguro que esta vez era más complicada que las demás, en las que solo duró unos pocos minutos.

Siguieron hablando como si nada, pero de vez en cuando, todos miraban el reloj. Y sus caras, antes animosas se iban cambiando por otras de cierta preocupación. Pasó otro rato entre charlas. Marina, fue la primera que confesó que estaba asustada, a la que siguieron otras voces. En el grupo, había un joven de unos treinta y tantos, que no decía nada, pero todos se dieron cuenta de que hacía rato que su cara había empalidecido y se frotaba las manos a menudo dando claras señales de nerviosismo. Otra chica, Laura le pregunto:

-Te encuentras bien Álvaro.  Éste los miro a todos y con apenas un hilo de voz dijo:
-Es que sufro de claustrofobia.

Todos se miraron sin saber que decirle, pero dándose cuenta de que tenían un problema.

A medida que pasaban los minutos, que a ellos les parecían horas, iban perdiendo los nervios. Álvaro con la cara desencajada, se dejo caer hacia el suelo. Andrea saco de su maletín unos portafolios  y comenzó a  echarle aire. Carlos, el señor de más edad, comenzó a hablar, -mirad en estos casos es mejor respirar hondo para tranquilizarse, seguro que ya no tardaran mucho, vamos a relajarnos y a pensar en cosas agradables-. Hubo un largo silencio.

Había pasado algo más de una hora, el chico más joven Alejandro, sin decir nada comenzó a dar gritos:
–¡Socorro, socorro, ayuda, ayuda! a la vez que golpeaba con fuerza la puerta.
Claudia, la chica pelirroja y pecosa, dijo:
No te canses no nos van a oír, y además gastaremos más oxigeno, será mejor estar callados un rato.
-Lleva razón -dijo Carlos-.

Al rato, Álvaro el chico claustrofóbico, comenzó a patalear gritando descontrolado:
-¡¡Quiero salir de aquí!! ¡¡Quiero salir de aquí me estoy ahogando!! –Decía sin poder contener el llanto por más tiempo-.
Claudia, la pelirroja, que al parecer era la que tenía más dominio de la situación, se agacho, le cogió las manos y le dijo:
-Mírame a los ojos, y respira por la nariz profundamente, retienes el aire unos segundos, y lo sueltas lo más lentamente que puedas, y así sigues unos minutos, veras como poco a poco te vas serenando, y no te preocupes que no estás solo.
La chica tenía cierto dominio y trasmitía serenidad. Todos copiaron el sistema apuntado, y por un rato se calmaron. Nadie hablaba, todos estaban inmersos en sabe dios que pensamientos.

De pronto el joven Alejandro empezó hacer preguntas: -¿Y que pasara si tardan mucho y se nos acaba el aire? somos muchos.
–No pienses en eso, ya no pueden tardar –dijo Carlos-.
-Eso dijo usted hace más de una hora y media– dijo Marina-.
-Llevas razón pero tampoco es para tanto, tranquilizaos, que ya veréis que pronto lo solucionaran. –otra vez era Carlos el que hablaba-.

Al rato, Álvaro balbuceo unas palabras apenas perceptibles por los demás, que enseguida lo miraron, y todos pudieron ver como vomitaba sobre sí mismo, sentado en el suelo lleno de vómito, daba pena:
-Dios mío, lo que faltaba, y ahora que hacemos –esta vez fue Marina la que habló.
Antes de que nadie dijera algo, Claudia, la chica pelirroja, se agachó y saco pañuelos de papel para ir limpiándole la boca lo mejor que pudo, saco también una pequeña botella de agua, y consiguió que el, chico aún mareado, consiguiera beber un poco. 
Dejadme más pañuelos que tapemos en lo posible el vómito, con el fin de amortiguar el mal  olor, de lo contrario vomitaremos todos –les dijo Claudia a los demás que la miraban asombrados de la rapidez y naturalidad, con la que había actuado-.

Los minutos pasaban y todos daban signos de cansancio, de pronto el ascensor se movió un poco:
-¡¡Ya, ya!!- gritaron todos al unisonó, con alegría y un gran suspiro de alivio.
Sin embargo otro largo rato pasó, pero ya estaban un poco más tranquilos pues sabían que estaban haciendo lo posible por sacarlos de allí. De pronto el ascensor empezó a bajar, pero a un ritmo acelerado, se miraron espantados, y gritaron todos a la vez, desesperados apretaban los botones de todas las plantas, pero era inútil no se paraba, al contrario bajaba cada vez más rápido, en unos segundos el pequeño habitáculo era un caos, todos menos Claudia, que solo apretaba los parpados, y cerraba los puños como esperando el tremendo desenlace. Los demás chillaban, lloraban, se abrazaban:
 ¡¡No quiero morir, no quiero morir!! -Gritaba el Joven Alejandro, a la vez que los demás también gritaban-.

De pronto, una fuerte sacudida y el ascensor se para en seco. Todos desparramados unos encima de otros, quedaron en el más absoluto silencio, expectantes, sin atreverse a mover ni el más mínimo musculo, luego de nuevo comenzó a moverse, pero esta vez a ritmo normal. Se paro en la 1º planta y se abrieron sus puertas, todos salieron a estampidas, a excepción de Claudia la chica pelirroja que ayudó a levantarse y a salir a Álvaro.

Aquel día Andrea llego hasta su casa, pensativa y cabizbaja, al cerrar la puerta de su piso se dejo caer hacia el suelo y comenzó a llorar dando rienda suelta a toda la tensión vivida aquel día.

Los días siguientes cuando se veían por los pasillos, se miraban y se sonreían con cierta complicidad, pero también un poco avergonzados por que todos perdieron la compostura ante el miedo.

Ni que decir tiene que Álvaro nunca más volvió a subir en ascensor.

viernes, 22 de febrero de 2013

¿QUE HACEMOS CON UN PRESIDENTE EN CONTINUO ESTADO DE LEVITACIÓN?



Lo lamento y mucho, pero no  puedo ser tan optimista como el señor Presidente, ni tampoco como los periódicos de derechas, que lo ponen como vencedor de no sé qué, será de vendedor de humo, por qué de otra cosa.  Mi pregunta es la siguiente ¿qué ha hecho este señor, además de mentir, y de no cumplir un programa que le llevo a la cumbre, gracias a la desesperación e inocencia de miles de personas? Un momento, perdón por mi lapsus, sí que ha hecho, ha utilizado unas grandísimas tijeras para dejar el estado del bienestar hecho unos zorros.

No cabe duda de que el señor presidente en su discurso, estaba en estado de “levitación”. O algo peor,  quizás estaba en estado de gracia divina, lo que es muy grave, o simplemente había fumado “María” pues no se entiende, tanta euforia y tan poca autocritica.

El señor Presidente del Gobierno de España, representante de todos los ciudadanos, dejó con meridiana claridad, que la realidad del pueblo no estaba presente en su insulso y falso discurso.

Además de no decir nada que no hubiera prometido antes, e incumplido después. No ha explicado cómo va a crear  empleo y en qué condiciones. ¿Qué va a ser de nuestros jóvenes?
Mucho me temo, y ojala me equivoque, que tendrán que trabajar por cuatrocientos euros. ¿Cómo podrán independizarse? Tendrán que vivir con sus padres y, ¿hasta cuándo? No se sabe. El sigue negando la evidencia de una pésima Reforma Laboral, que solo beneficia a los empresarios y deja a los trabajadores totalmente desprotegidos, trabajando más y ganando menos, además de tener el efecto contrario se supone al pretendido, que era crear más empleo. Las condiciones de los despidos son nefastas para cualquier trabajador. Todos lo vemos claro, menos ellos. Cuando se ha demostrado con cifras el gran aumento de paro, desde que la nueva reforma está vigente. Pero él y su gobierno siguen en el “limbo” como se decía en mis tiempos, y siguen queriendo hacernos ver “lo blanco negro” algo imposible para cualquier persona que piense con dos dedos de frente.

De los desahucios ni hablamos, siguen empeñados en hacerle el juego a los bancos, frente a los ciudadanos honrados que solo quieren trabajar, y cumplir con sus deudas. No tienen el menor atisbo de remordimiento saben la cantidad de familias que a diario son  desalojadas de sus viviendas, la gran mayoría con hijos. Hay que ser muy cabronazo y mala persona para que a estas alturas aun no le hayan dado solución al problema. Tendrían que buscar la fórmula de poder expropiarle a los bancos los miles de pisos que tienen vacios que se están deteriorando, y por los que para colmo no están pagando los recibos de las comunidades, con el perjuicio que eso ocasiona en los bloques comunitarios. No es fácil pero tampoco imposible.
 
De todas formas una cosa nos ha quedado clara, ya sabemos porque ha estado tanto tiempo sin dar la cara, ni dar ninguna explicación, y es que tenía que memorizar el discurso para no meter la pata como es su costumbre.

Muy satisfecho y complaciente, él y toda su tropa, alimentado su ego por la prensa adicta.

Hoy Bruselas lo ha bajado de la nube, pero estoy segura que él seguirá diciendo que “su” reforma es extraordinaria.
Y es que no hay más ciego que el que no quiere ver.

Repito la pregunta ¿Qué hacemos con un Presidente en continuo estado de levitación?

lunes, 4 de febrero de 2013

DUERMAN TRANQUILOS, SEÑORES DEL GOBIERNO


No se preocupen, señoras y señores del gobierno, duerman tranquilos. Señor Rajoy puede usted  relajarse, que aquí estamos el pueblo llano, sí hombre, esos que somos los únicos que estamos sufriendo la crisis en nuestras carnes, los que en nada hemos contribuido a ella, pero que son nuestras familias las perjudicadas, las vuestras no, faltaría más, estad tranquilos, pues.

Por eso les digo que no se preocupen, que para eso ya están miles de familias desahuciadas, miles de ellas hacinadas en un cuarto en casa de sus padres, muchos abuelos tienen en sus pequeños pisos hasta a dos de sus hijos, con sus respectivas familias, compartiendo lo poco que tienen. A muchos nos viene a la memoria tiempos lejanos donde cada familia vivía en una sola habitación, con pocos o muchos hijos, pero en una sola habitación. ¡No, claro que no! ustedes cómo se van a hacer cargo de la tremenda situación que eso entraña, no creo que lo hayan visto ni de lejos, luego es imposible que tengan ni la más remota idea. Pero descuiden sus señorías, que aquí estamos el pueblo, 

Por eso les digo que no se preocupen. Que es normal que nadie de su gobierno sepa nada de sobres de dinero negro. Con lo buena gente que son todos ustedes, que además van a misa todos los domingos y fiestas de guardar, como van a mentir en algo tan serio. ¿En qué cabeza cabe que gente tan importante como ustedes sean unos corruptos, perdón “presuntos”?  ¡Por dios bendito! ¿Por qué ustedes están informados de que hay familias que están pasando “hambre” verdad? y lo que es peor cientos de niños que no tienen una alimentación debida, que es algo muy grave. Por lo tanto, en qué cabeza cabe que muchos de ustedes “presuntamente” se hayan estado enriqueciendo, a base de chanchullos, y privilegios, ¡por dios bendito! Líbreme dios de pensar mal de usted o de sus ministros. Ya he visto como decía usted que no sabía nada de sobres, ni usted ni nadie de su partido, claro, claro, todos son gente muy honrada, si hasta confiesan y comulgan, y eso está muy bien, claro eso es de ser muy cristiano, no voy yo a estas alturas a dudar de su buen corazón.

Ciertamente ningún periodista pudo hacerle las preguntas que todo el pueblo perjudicado con los severos recortes se está haciendo a diario, pero claro es comprensible, los periodistas son un coñazo, que no hacen más que inventar cosas absurdas, aunque son tan osados que hasta presentan pruebas, ¡válgame dios! A dónde vamos a llegar. Hace usted bien en no dar la cara ante el pueblo que lo ha votado ¡que se jodan! Es mucho mejor que hable usted fuera de España.

Por eso he pensado que ya puestos pueden echarnos también la culpa a nosotros de lo de los sobres, total si ya estamos acostumbrados a cargar con la mierda de los demás, que más da otra carga más sobre nuestras doloridas espaldas, lo malo es que están a punto de romperse de tanto peso, pero usted no se preocupe Don Mariano.

Pensando, pensando, he llegado a la conclusión de que España, nuestra querida España, esta España nuestra, que decía la gran Cecilia, está pasando por una “ciclogénesis explosiva” del carajo, y que esta a puntito a puntito de explosionar de verdad, pero usted tranquilo Don Mariano, y sus señores ministros también, duerma tranquilos, sus conciencias que hagan el resto.


P.D. Ayer soñé, bendita ilusión que la “tormenta explosiva” les explotaba en toda la cara a todos los presuntos  sinvergüenzas, corruptos, mentirosos y mal nacidos que se enriquecen a costa de los demás, y dejan al país a la altura de una zapatilla. Y que se había creado un país nuevo con gente joven honrada y transparente, que nos sacaban de la crisis con nuevas ideas, creando puestos de trabajo; que la sanidad; la educación; la cultura y las ciencias habían recuperado todo su esplendor, incluso mejorada. Fue maravilloso hasta que desperté.