Cuántas veces hemos escuchado hablar de la crisis desde que
estalló en nuestras mismas narices, y sin previo aviso, miles, sí, no exagero,
miles de veces. Pero de la verdadera “cara”
de la crisis, pocas o muy pocas hemos oído nada, parece que la realidad a nadie
le gusta escucharla.
Primero nos vendieron “la
moto” culpándonos porque según ellos los “mandamases” decían que: “habíamos
vivido por encima de nuestras posibilidades”. Nada más lejos de la realidad,
aunque hubo mucha gente que se lo creyó.
Después comenzamos a escuchar, lo de “la prima de riesgo”, de la que no teníamos ni puñetera idea de
quién era. “Del déficit”, y de la “subida y bajada de la bolsa” no de la
nuestra, claro, pues esa no le interesa a nadie. Aparecieron como por arte de
magia palabras que hasta entonces desconocíamos, como: Recesión/ Desaceleración/ Inflación/ Rescate. Y como consecuencia
de todo eso, los expedientes de regulación de empleo, es decir, el por desgracia
conocido por miles de trabajadores que lo han sufrido en sus propias carnes, el
super famoso ERE. Y una más, el FMI, Fondo Monetario Internacional, el cual
asoma día sí, día también, por las noticias dirigiendo el cotarro, y dejándonos
con cara de póker. La criminal Reforma Laboral, que se ha demostrado, como peor
el remedio que la enfermedad. Eso sin contar el enfermizo empeño del gobierno
por enmascarar la realidad a fuerza de eufemismos, (sin duda con buena fe, “supuestamente” para no asustarnos aun más). No
me gusta pensar mal, aunque mi madre siempre decía: piensa mal y acertarás, y
la verdad es que se equivocaba muy poco, era muy inteligente, gran mujer mi
madre.
Pero la auténtica y verdadera “cara” de la “crisis” no
son todos esos datos. Esos títulos rimbombantes; esas meteduras de pata de los
que desgobiernan este país, estos y los otros; estos últimos (los otros), son
los que a pesar de ser inteligentes, “supuestamente”
no supieron vislumbrar lo que se avecinaba, cuando muchos miles de españolitos
de a pie sin grandes títulos, solo con un poco de coherencia ya veíamos venir,
y estos que lo iban a arreglar lo están rematando de la peor manera.
La verdadera “cara”
de la “crisis” tiene nombres y
apellidos, y es la que está en cada casa. En cada una de las familias que se
quedaron sin recursos al perder sus trabajos y sus prestaciones. Luego, la
nada, miento, la indigencia más absoluta, la caridad, la dependencia de
familiares, amigos, ayudas de las organizaciones, en definitiva “caridad”. Nada más humillante para las
personas que quieren trabajar en lo que sea y no encuentran en qué. Que siempre
han trabajado para mantener a sus familias, y ahora solo queda la tensión de la espera, la humillación de
trabajar algún día que otro, o unas horas, mal pagadas por cierto. Personas que
ven amanecer un nuevo día, sin haber podido dormir, porque mientras pasan los
días sin vislumbrar ninguna salida a su traumática situación, se van
consumiendo en la desesperación.
La verdadera “cara”
de la “crisis” es que las familias
tengan que dejar sus casas, esos hogares, que han creado con tanto amor. El
dolor de unos padres al explicarles a sus hijos que “su casa” ya no es su casa, que tendrán que vivir de prestado con
algún familiar, o amigo, eso en el mejor de los casos. Tal vez ocupar alguna
vivienda para no tener que verse en la puta calle, algo que no es plato de buen
gusto para ninguna persona.
La verdadera “cara”
de la “crisis” son los niños, que
están sufriendo con sus pocos años un grave recorte en su calidad de vida, sin
lujos pero sin carencias, sus comodidades normales se están viendo mermadas,
están viendo como sus padres muchos días solo comen pan, y ellos se están
alimentando principalmente gracias a la comida escolar. Esos niños que ven como
cada día el estado emocional de sus padres van cambiando, los ven sufrir, y
sufren ellos a su vez. Se dan cuenta perfectamente -ya que son más listos de lo que pensamos-, lo
sé porque en una época ya muy lejana lo viví desgraciadamente, a pesar de ser
muy pequeña me daba cuenta de como mi madre decía, que no comía porque le dolía
el estomago o cualquier otro achaque. No sólo me daba cuenta, sino que a veces
me sentía culpable por tener hambre, por no tener la fuerza para dejar algo en
el plato que paliara la necesidad de ella, tanta cuenta me daba, que quedo en
mi memoria para siempre y aun duele.
La verdadera “cara”
de la “crisis” son los miles de
suicidios, que están sucediendo, la mayoría no salen a la luz, quizás para que
no cunda el ejemplo, pero la realidad es que las cifras son alarmantes.
La verdadera “cara”
de la “crisis” son los trabajadores,
que tienen que aceptar trabajos muy mal pagados porque es eso o la nada más
absoluta.
La verdadera “cara”
de la “crisis” son los jóvenes, que
han sacrificado muchas horas de su juventud estudiando para sacarse unos
estudios para poder tener una vida digna, gracias al esfuerzo de sus padres,
que también ven como todo el esfuerzo que hicieron se ha quedado en el cajón
del olvido.
La verdadera “cara”
de la “crisis” son los abuelos, que cuando
sentían que por fin había llegado el merecido descanso para poder disfrutar de
algo de lo que antes ellos mismos se habían negado, ya preferían darle a sus
hijos la oportunidad de estudiar, cosa a la que ellos por las circunstancias no
habían tenido acceso (lo de siempre, que
mis hijos puedan disfrutar de lo que yo no pude).
Esas y solo esas, son la verdaderas “caras” de la maldita “crisis”,
lo demás son “pamplinas”.
¡Ah, me olvidaba! nos dijeron “que nos apretáramos el cinturón” mientras ellos en un alarde de
desfachatez, se subían los sueldos, cobraban lo que por ética no debían cobrar,
y recortaban de donde recortar debería ser pecado, por no decir indecente.
Y ya me callo, no sigo, porque estoy poniéndome “atacá”.