Sus padres eligieron ese nombre, y yo creo que estuvimos de acuerdo todo, en que nos gustaba el nombre. Suena rotundo, no es largo, ni compuesto, en definitiva que es cómodo.
Es de origen griego, que significa “el protector” o "el salvador”, parece ser que el registro más antiguo conocido era en femenino, “Alejandra, la que salva al guerrero” ¿qué bonito verdad?.
En la mitología griega, Alejandro, era el sobrenombre de “Paris” el famoso personaje de la Guerra de Troya,
Realmente fue Alejandro Magno, rey de Macedonia, quien conquisto Persia, y algunas regiones de oriente, el que popularizó el nombre.
A lo largo de la historia grandes personalidades de todo el mundo han llevado ese hermoso nombre. Escritores, músicos, médicos, poetas, políticos, artistas, dramaturgos, reyes, príncipes, papas, emperadores, militares, etc. Cuando digo grandes personalidades, me refiero a que han llegado por alguna razón a ser famosos, lo que no quiere decir que yo crea que tengan méritos suficientes para haberlo sido. Pero esa es otra cuestión que no viene a cuento.
Como oficialmente hay más de treinta y seis, nombres de Alejandros, ya sean santos, obispos, o papas, sus padres decidieron, celebrarlo el 17 Octubre, y sin la menor duda ese día lo festejamos. Aunque yo, con la experiencia que dan los años, creo que lo único que debíamos de festejar todos en familia es el cumpleaños, que realmente es lo importante. Pero, siempre es bueno cualquier achaque para que la familia se reúna de vez en cuando, para no perder los lazos de unión, por lo del bolero que decía: “dicen que la distancia es el olvido”, por eso las reuniones familiares son importantes, varias veces al año.
Ningún padre sabe cómo va hacer su hijo en el futuro. Yo creo que nadie, en su sano juicio, piensa que su hijo va a ser una celebridad, por lo menos eso es lo que piensan las personas sensatas.
Cada niño es un misterio, una incógnita, si bien algunos ya empiezan a despuntar a edades tempranas, no es lo normal, ni tampoco, es fiable, pues algunos que destacaban de pequeños, luego por alguna razón desconocida, llegan a ser mediocres, luego sigue siendo felizmente un misterio.
Yo no sé los demás, pero Paco y yo cuando pensábamos como serian de mayores y a que se dedicarían nuestros hijos, nuestra máxima preocupación era que lo principal en esta vida es ser buena gente, y eso lo conseguimos.
Alejandro tiene 16 meses, es físicamente casi igual que su padre, siempre tiene una sonrisa a flor de piel, mirada inteligente y barredora, pues echa un rápido vistazo, y ya sabe por dónde tiene que empezar a arrasar, primero inspecciona, le da unas cuantas vueltas al objeto elegido y luego pasa a tirarlo directamente por encima de su cabeza, sin ningún miramiento, y con toda su fuerza, que para lo pequeñajo que es tiene bastante.
Es tan cariñoso que algunas veces le decimos “mimosin” cuando me ve corre con los brazos levantados, hasta que lo cojo y se abraza, echando su cabecita en mi hombro izquierdo, y le gusta quedarse así unos segundos.
No habla apenas y lo poco que habla es casi ininteligible, salvo papa o mama, pero no os quepa la menor duda que sabe perfectamente hacerse entender, es digno de ver cuando su madre le saca la “trona” o "sillón" para las antiguas como yo, ya sabe que es la hora de comer, y cuando ve la comida, si le pone antes a su hermana, y él no ve la suya, se dirige a su madre gesticulando con los brazos señalándole la cocina y diciendo muy seguido:
-¡Mamaama…, Mamaama…. Mamaama…!
y cuando la tiene delante, la sonrisa de satisfacción es increíble, coge el tenedor con la mano izquierda, pincha, y se lo lleva a la boca, si no puede, con la otra, o directamente a "puñáos" -y es que el hambre no tiene espera-. Su hermana Claudia enfrente de él, muy formal con sus tres años y medio. Da gusto verlos comer.
Nadie sabe cómo serán Claudia y Alejandro, lo que si sé, es que la base está en la educación que sus padres y profesores les inculquen, lo demás no tiene la menor importancia, cada uno será lo que su esfuerzo, les permita ser.
Los padres están para apoyarlos y dirigirlos en los primeros años, luego tienen que volar solos, equivocarse solos, pues nadie nace sabiendo.
Y que levante la mano, aquel que no se haya equivocado nunca.