Hoy Córdoba se viste de luto, a primeras horas de la mañana acabábamos
de venir de dar un paseo por el campo, cuando saltó la noticia en todos los
medios, nos dejaba para siempre Don Julio Anguita, “el califa Rojo”.
No voy a contar aquí
lo que todo el mundo sabe sobre su vida y trayectoria política, ya que sería
absurdo y pretencioso por mi parte. Han corrido y seguirán corriendo en estos
días ríos de tinta para ensalzarlo, como no puede ser de otra manera.
Yo solo escribo estas humildes líneas sobre él, con el
corazón y desde el gran respeto y admiración que siempre le he tenido y porque
quiero dejar constancia de este triste acontecimiento en este mi muro, que es
mi casa virtual.
Solo diré, que ha sido un gran hombre, un gran político y un
maestro excepcional. Nosotros a pesar de conocerlo y saludarlo siempre y
preguntarle por la salud, respetábamos su intimidad, apenas lo entreteníamos,
porque conocíamos su timidez y lo poco que le gustaba que la gente perturbara su
cotidianidad, por eso jamás se me ocurrió pedirle de hacerme una foto con su
persona, para mí el respeto a la intimidad es intocable, además que es una
opinión que yo comparto.
Siempre nos veíamos y nos saludábamos en las
manifestaciones, porque yo tengo la costumbre de ponernos siempre al final de
todos porque me agobian las bullas. El con Agustina, su mujer, y algunos amigos
íntimos, también iban siempre al final, siempre había un momento en el que
conversábamos unos minutos.
Una vez recuerdo que andorreando por las callejuelas
cercanas a la Magdalena, nos cruzamos con él que iba con un grupo de chavales a
los que les iba explicando lo que sea, al saludarlo me dirigí a los chavales
diciéndole “no sabéis la suerte que
tenéis de tener un maestro como este señor” todos sonrieron, fue solo un
momento, seguimos nuestro camino y ellos tan contentos por el suyo.
Lo hemos acompañado en sus innumerables mítines, y nunca nos
defraudo, y mira que yo no soy de las que idolatran a nadie, pero Julio tenía
un don especial para comunicar, se le notaba el amor a su profesión de maestro.
Cuanto hubiera dado yo por tener en mis tiempos un maestro de esa categoría.
Ya nunca más podremos disfrutar de sus acertadas
disertaciones, ya no nos lo encontraremos al final de las manifestaciones, ni
por ningún sitio, simplemente se fue, esta vez su gran corazón no resistió más,
quizás lo forzó demasiado, se dejaba la
piel por conseguir un mundo mejor, sin duda su corazón sufrió demasiado, no
sabía parar, le afectaban demasiado los problemas de los demás, tenía que
pasar.
Siempre vivirá en nuestros recuerdos y en nuestros
corazones. Y pasará a la historia de este país como un gran personaje, querido,
admirado y sobretodo respetado.