Estrenamos verano y con ellos nos vuelven abrir los cines de
verano. Por suerte en Córdoba todavía tenemos unos cuantos, pocos si los
comparamos con los muchos que había en mi niñez. Lo que muchos no sabéis es la
de filigranas que yo tenía que hacer para conseguir el dinerito que costaba.
Desde muy pequeña me gustaba la interpretación, ya en el
colegio siempre me escogían para las representaciones teatrales, de fin de
curso y navidades, eso sí, siempre eran de carácter religioso, era lo que
tocaba.
De muy pequeña iba con mi madre alguna que otra vez, no
muchas, éramos mis tres hermanos y mi madre, pues mi padre no pisó un cine
desde que, terminada la guerra, el primer día que fueron les hicieron cantar de
pie el cara al sol, desde entonces juró no volver a pisar un cine y lo cumplió,
jamás de los jamases conseguimos que fuera, a pesar del tiempo que había pasado
y de decirle que aquello ya no pasaba, no conseguimos hacerle cambiar su
decisión.
Tengo maravillosos recuerdos de aquellos años y de los
posteriores ya más chavalilla. Las bolsas de pipas, la de los altramuces o
chochos, el pequeño botijo de barro, las risas, las charlas en el descanso
donde se aprovechaba para ir al wáter, como siempre la cola del de mujeres era
interminable, la de los hombres mucho menor. Las lagartijas y salamanquesas
paseándose por la pantalla comiendo mosquitos. La fragancia de los jazmines de
los numerosos arriates cuajados de plantas y flores que adornaban el
descampado. Cuando se apagaban las luces podíamos ver un hermoso cielo lleno de
estrellas, (hace muchos años que no veo
un cielo como el que se podía disfrutar en aquellos años) sin duda la
contaminación y la inadecuada iluminación de las ciudades ha contribuido a que
perdamos esa maravillosa perspectiva del firmamento en todo su esplendor.
Como digo al principio, mi trabajo me costaba reunir el
dinero si queríamos ir mis amigas y yo más a menudo. Primero reunir el dinero,
pues cualquier perra gorda que conseguía, la guardaba. Todos los días, le pedía
a mi madre a mi tía o a la vecina, que me guardaran el pan duro que era para
tirar, lo recogía en una talega, y lo guardaba hasta lograr reunir unos cuantos
kilos, no recuerdo cuanto ni a como lo pagaban, se vendía en las carbonerías,
creo que era para los cerdos, o para las gallinas remojado en agua. Cuando
lograba reunir la cantidad justa o si me faltaban algunos céntimos los
pordioseaba, sí, los pordioseaba, y es que lo que yo disfrutaba con el cine no
tiene nombre. Bueno ahí no termina la cosa, ahora tenía que convencer a mi
primo Manolo que no era un nene no, era de la edad de mi padre, ellos eran tío
y sobrino, resulta que mi primo era tan
forofo del séptimo arte como yo, y era el único que se prestaba a llevar toda la “troupe” de nenas y nenes al cine. A
veces me costaba la verdad, pues el hombre no siempre tenía ganas, pero allí
estaba yo dándole la lata, erre que erre hasta que lo conseguía, las demás
alrededor en espera, cuando ya nos decía que si, jo que alegría, nos poníamos
más contentas que unas pascuas. A pesar de ser una niña charlatana, cuando
empezaba la película, era una tumba, en eso sigo igual, no soporto los
comentarios, me sumerjo en los personajes y los vivo, es como leer un libro
para disfrutarlo tienes que concentrarte, no hay otra.
Antes solo estaba el ambigú, que era la barra del bar, ahora
la verdad que estamos más cómodos con
los veladores, aunque no me gusta que las sillas sean fijas, son muy incómodas,
tienes que estar muy pegado al de al lado y eso a mí me pone muy nerviosa, por
lo demás los pocos que quedan están iguales, las “pelis” son recientes y se
está bien.
Las flores de los arriates iban, “Del rosa al amarillo” durante la sesión se hacía, “La ley del silencio”. Algunas noches nos
alimentábamos con, “Las uvas de la ira”
pero sin ira. Muchas películas nos arrancaban, “Sonrisas y lagrimas”. En el calor de la noche”, en realidad
pasaron, “Los mejores años de nuestra
vida”. Una noche de ultimo de verano, (esto
es cierto) se desencadenó una buena tormenta y nos fuimos a casa sin terminar
de ver la película. “Cantando bajo la
lluvia” y “Con faldas y a lo loco”,
sintiéndonos cada una, poco menos que, “La
reina de África”. Las “Luces de la
ciudad”, nos acompañaban a nuestra “Casablanca”.
Al llegar siempre estaba la vecina cotilla en “La ventana indiscreta”, pero nos sentíamos tan satisfechas que todas
pensábamos,” Que bello es vivir”. Antes
de terminar la sesión, oíamos, las “Campanadas
a media noche”
Disfruten del verano y del cine a la luz de la luna.