miércoles, 17 de agosto de 2011

NEGRO / BLANCO - LOS LUTOS.


Hace poco me encontré a una conocida, la vi muy enlutada, le pregunté y me dijo que se le había muerto un hermano: — ¿Cuánto hace? Cinco meses- contestó. Me pareció que estaba desfasada en lo del luto,  pues afortunadamente ya nadie lo lleva, pero nada le dije al respecto, porque considero que cada cual es muy libre de ponerse lo que crea más conveniente. -Pero pienso, que unas ropas negras no hacen, que sientas más la pérdida de un ser querido-. Es como el dicho “El hábito no hace al monje”.

“El luto”, era la costumbre de llevar ropa de color negro y sin adorno alguno por los familiares fallecidos. Parece que se remonta al imperio romano, los familiares del difunto vestían túnicas de lana de color oscuro llamadas “toga pulla” durante un cierto periodo de tiempo. Como tantas otras veces, las costumbres romanas, fueron  copiadas y perduraron en el tiempo. En la Edad Media y el Renacimiento, no solo se usaba el luto a la muerte de familiares, también por los muertos en  las frecuentes guerras, -a las que eran tan aficionados en esa época-, en esos casos, toda la corte se vestía de luto.

También existió el llamado “luto blanco”, las reinas europeas usaban el blanco en lugar del negro. Esta costumbre existió en España hasta finales del siglo XVI. Las jóvenes francesas usaban el “luto blanco”, costumbre que dio pie al origen del guardarropa especial para lutos, que para la reina Isabel confecciono el diseñador Norman Hartiell, en 1938, como podemos comprobar lo de los diseñadores viene de muy lejos, la clase pudiente siempre ha tenido a su servicio las mejores costureras. Parece que el primer modisto, o costurero, en dedicarse al diseño, fue Charles Frederick Worth, estableciendo su “maison couture” o sea “casa de modas” en Paris, desde 1826, al 1895, con un éxito extraordinario. La moda de parís era copiada por la alta burguesía de toda Europa. De la alta costura se paso a lo que conocemos como “pré á porter” que es lo que compramos hoy día en cualquier tienda. El éxito fue rotundo. También, la reina Fabiola vistió de “luto  blanco” en el funeral de su esposo Balduino de Bélgica.

En el siglo XIX, se establecen una serie de normas, principalmente para  las clases altas, que recaían en las  mujeres -como no podía ser de otra manera, faltaría más-, ropajes cerrados hasta el cuello, sombreros con velo, apenas se las podía reconocer, hasta alhajas de luto especiales, hechas con azabaches, -yo recuerdo que a los pendientes de azabache que les llamaban unos “lutos”-. Camafeos que en su minúsculo interior guardaban una pequeña reliquia del difunto en forma de mechón de pelo. El luto establecido duraba unos cuatro años, aunque muchas mujeres decidían llevarlo toda su vida. – No sabemos si sería de verdad por sentimiento o por el que dirán, vete tú a saber-. De todas formas quitárselo antes de los cuatro años era una ofensa terrible al difunto,- como si a él le importara-. Pasados los cuatro años establecidos de luto “riguroso”, pasaban al “medio luto”, que era ropa de fondo negro, con algún minúsculo detalle en forma de flor o de un diminuto lunar. Y poco a poco iban introduciendo pequeños toques de colores oscuros.

El problema venia cuando antes de terminar el larguísimo periodo de lutos, se moría otro familiar, cosa que era muy frecuente dada la tardanza en cumplirse los dichosos lutos. Muchas mujeres se pasaban toda su juventud vestidas de luto –Era cuestión de suerte-. Como siempre el hombre salía ganando, ellos solo tenían que ponerse un brazalete negro en la manga de la chaqueta, o un pequeño detalle en la solapa -Y  yo no recuerdo que lo tuvieran mucho tiempo-. Está muy claro, las leyes las hacían los hombres y, lógicamente, el ancho del embudo era para ellos. A las familias humildes les costaba un gran esfuerzo económico tener que teñir algunas prendas de vestir, cuando sus economías eran tan precarias que a duras penas tenían para alimentar a sus vástagos. El luto era para ellos casi un lujo que no se podían costear, muchos se prestaban las ropas, que pasaban de unos a otros.

Siempre que se habla del luto sale a relucir la película de los años sesenta, de Manuel Summer, “La Niña de Luto” película que refleja a la perfección la retrasada España de la época. Con Alfredo Landa y María José Alfonso, en el papel de los desafortunados novios, que cada vez que ponían fecha para la boda, se les moría algún familiar, con el lógico –en aquellos años –, aplazamiento, hasta pasado el tiempo reglamentario del luto. Varios lutos tuvieron que esperar, tantos, que él, desesperado, le propone fugarse, -otra cosa impensable en  aquellos tiempos-. La obra es una tragicomedia, pues las situaciones son a la vez de dramáticas, hilarantes. Se desarrollaba en un pueblo de Andalucía, pero se podía perfectamente haber ubicado en cualquier pueblo o lugar de España, pues el retraso de España comparándola con otros países europeos era evidente.

Luego está el “Luto Oficial”, es aquel que se declara en cualquier país, ciudad o ayuntamiento, ante una catástrofe, o accidentes múltiples. Muerte de alguna personalidad pública, o  miembros de la Familia Real. Si el luto es a nivel nacional, es el Consejo de Ministros quien determina por decreto el tiempo que durará el luto, publicándolo en el BOE. Banderas a media asta; crespones negros en los balcones; un minuto de silencio; suspensión de fiestas; etc. … Cada país tiene sus propias normas o costumbres.

Recuerdo cuando se murió mi tío Rafael, hermano de mi padre, a mí, que tendría unos siete u ocho años, me pusieron lazos negros en las coletas del pelo, y creo recordar que calcetines negros,  y a mi prima la vistieron completamente de negro a la muerte de su abuela, -que horror-. Esa absurda costumbre se fue dilatando en el tiempo, como al principio fue imponiéndose, hasta que lentamente ha ido desapareciendo. Son pocas las personas que al día de hoy se ponen luto, y solo para la ceremonia del entierro, la mayoría ni eso.

Porque en realidad nadie obligaba a ponerse luto,  no estaba  penado, ni era obligatorio, sí, eran normas adquiridas y conservadas con los años, costumbres, mimetismos, que pasan de padres a hijos, imposiciones  que nos vienen dadas, y que seguimos por respeto a la familia, y como no, por no señalarnos, o, por no ser el primero que rompa las normas, que dicho sea de paso nadie sabe quién ha impuesto. Como en todo alguien tiene que ser el primero, en romper tradiciones, que está bien que el que quiera las siga, pero que no se impongan a nadie.

Mi opinión personal es, que el luto verdadero, no es el color negro ni siquiera el blanco, y si me apuras no tiene color, ni tendría que llamársele “luto” sino sentimientos. Es recordar los momentos vividos con esas personas tan queridas, llevarlas siempre en nuestro corazón y en nuestros pensamientos, los que han formado una parte importante de nuestra vida, siempre estarán en nuestra mente, -mientras que ésta funcione normalmente-, es mucho más humano recordar lo vivido, y sentir que en nuestro interior siempre estarán con nosotros.

No hay comentarios: