lunes, 13 de diciembre de 2010

NO EXISTE LA SANGRE REAL, TAMPOCO LA AZUL.

A estas alturas del siglo XXI, que se siga hablando de sangre azul o sangre real me parece realmente tan infantil y absurdo, que me causa hilaridad. Pero vamos a hacer un poco de historia, dejándome llevar por la curiosidad, como nos pasa siempre que queremos entender algo que a priori nos parece como poco, raro, le hice una visita a nuestro querido e indispensable “google”, que aunque no os lo creáis le estoy tomando cariño, quizás por lo mucho que me enseña, es como un maestro, sólo que virtual.

La expresión es de origen español y surge en la edad media, y como tantas otras cosas, del ingenio del pueblo, o “populacho” (como llamaban los nobles despectivamente al pueblo llano) la frase salió  principalmente de las gentes del campo.

Como los nobles no trabajaban en las tareas del campo, (bueno, ni en ninguna otra)  salían poco de sus castillos, y cuando lo hacían era en carruajes techados, y si paseaban lo hacían a pie, se resguardaban del sol, (seguramente no sabían que el sol tiene la virtud de reforzar la vitamina D tan necesaria para fijar el calcio en los huesos) al  estar poco en contacto con el sol o el aire puro, el color de su piel era excesivamente pálida y sus venas se transparentaban demasiado, dándoles un ligero toque de  color azulado. De ahí que los agricultores empezaran a nombrarlos con “sorna” como de “sangre azul “bromeando entre ellos, el titulillo iba pasando de boca en boca, convirtiéndose la broma en una frase popular que pasó a la historia, para bien o para mal.

Existe otra versión también válida que es la siguiente: a muchas personas de la nobleza se les ponía la piel y el cabello, con tonalidades azuladas. Al parecer la utilización de los cubiertos de plata, eran los culpables de este fenómeno, debido a las pequeñas partículas que dicho metal desprendía, las cuales producían una intoxicación en la sangre, que daba a la piel un extraño color azul mortecino, puede ser tan bien cierta, pero yo casi me inclino más por la primera.

 Hablando de personajes de la realeza o de sangre azul, no me puedo olvidar del famoso “Príncipe Azul”, era el prototipo de un varón perfecto, que tanto ha perjudicado a tantas y tantas jóvenes de distintas épocas. Decir “Príncipe Azul” significaba que, el hombre en cuestión, debía de ser, además de guapo, alto, delgado, moreno, o rubio de ojos azules, de carácter agradable, protector, y si además era rico, “lo más de lo más” pues se idealizaba al hombre como ser perfecto, dependiendo claro de la madurez emocional de cada joven.
 Como todos sabemos ni el hombre, ni la mujer, somos seres perfectos, y querer encontrar el “Príncipe Azul” o lo que es lo mismo al hombre perfecto, es como mínimo absurdo, pero claro dile tú eso, a una jovencita que está empezando a descubrir el despertar de su cuerpo, y piensa que la vida es un camino de rosas, y se engaña a si misma viéndolo todo del mismo color rosa. 

Por segunda vez consulte a mi buen amigo “google” el cual me informo de lo siguiente: Según el escritor don Severino Calleja, el personaje del príncipe azul, nace con este nombre en una leyenda rumana del siglo XIX llamada “El príncipe azul de la lágrima”, sin duda el escritor alude al color azul, por el carácter real del personaje, pues ya se conocía en esa época la famosa frase, que popularizara el pueblo llano en la Edad Media.

Más tarde fueron las películas del director Walt Disney las que nos idealizaron al personaje, en películas tan famosas como Blancanieves, Cenicienta, o la Bella Durmiente, en ellas el príncipe siempre era maravilloso, salvaba a la princesa y se casaba con ella. Todas acababan con un final feliz, faltaría más.

Después está la cruda realidad, “la vida”, a la que nadie nos prepara para saber cómo afrontarla, nos enseña ella misma, pues por muchos consejos que nos den, como decía mi madre “nadie escarmienta en cabeza ajena”, frase que siempre está vigente, porque la vida es una carrera de fondo, con sus épocas buenas y malas, con éxitos y con fracasos, con risas y con llantos, con tropiezos o equivocaciones que nos hacen más fuertes, y nos van inmunizando, en definitiva, la vida es la gran escuela de todos.

Dejando atrás al príncipe azul, y la sangre real, o azul, inexistentes, y aprovechando la mención a la sangre, se me ha venido a la cabeza algunas frases muy conocidas, que todos hemos dicho en algún momento y que usamos habitualmente referidas a la sangre, (a la normal).

Subirse la sangre a la cabeza. Sudar sangre. Sangre de horchata. A sangre fría. Chupar la sangre. Correr sangre. De sangre caliente. De sangre fría. Llevar en la sangre. Mala sangre. No llegar la sangre al rio. No tener sangre en las venas. Pura sangre. Quemar la sangre.

Estas son las más conocidas y usadas, todas siguen vigentes, pues las nombramos a menudo, y mientras que se nombren no morirán.

¡Ah! Me olvidaba, lo de la sangre azul, como ya hemos podido comprobar es “un cuento chino”.

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