sábado, 20 de noviembre de 2010

EL TREN DE LA VIDA

Nuestra vida es como un tren de largo recorrido, o así me lo parece a mí.

La misión del tren es llevar a los pasajeros a sus destinos, la nuestra es luchar para conseguir la vida que queremos vivir.

Cuando el tren para en las estaciones, la gente se baja en unas, y suben en otras. En nuestra vida los que se apean son nuestros sueños o ilusiones, proyectos que no llegan a buen puerto. A veces algunos de estos sueños, proyectos o ilusiones, o incluso amores cuando menos lo esperamos vuelven a nosotros, pero afortunadamente donde se bajan unos se han subido otros.

Para algunas personas el trayecto es tan corto que apenas llegan a las primeras estaciones, en cambio para otras puede llegar a ser interminable. Quizás las estaciones en nuestra vida podrían ser los años que vamos cumpliendo.

¿Quién no ha dejado sueños en el camino?. Desde que tenemos uso de razón empezamos a imaginar y a soñar, la mayoría de veces en cosas que, de antemano sabemos nunca se harán realidad, pero la mente es imparable, es un continuo hervidero de ideas que no podemos o no queremos controlar.

Los sueños son tan necesarios para mantenernos vivos, como la comida que alimenta nuestro cuerpo y nos da fuerza. Los sueños son el aire que necesita nuestra mente, el estímulo que nos hace superarnos una y otra vez en la lucha constante por conseguir nuestra meta, algo tan difícil que poca gente lo consigue,  pero sin ellos no merecería la pena vivir -yo siempre digo que nuestros pensamientos es lo más libre que tenemos, quizás lo único, nuestra mente es un bunker en el que nadie puede penetrar, por suerte-.

Cuando los sueños nos abandonan -se bajan del tren de nuestra vida-, no sentimos realmente mal, y nos cuesta mucho superarlo, en esos momentos el tiempo es nuestro mejor aliado, poco a poco va suavizando el dolor y logramos superarlo -que no olvidarlo-, pues todo lo guardamos en el disco duro que es nuestra mente, que dicho sea de paso, es increíble la capacidad de almacenamiento que tiene.

Cuando por fin logramos superar, como dice la gente llana “los palos que da la vida”, entonces dejamos las puertas del tren de nuestra vida, abiertas de par en par, y nos agarramos con todas nuestras fuerzas a otros sueños o proyectos, y volvemos a ilusionarnos, a hacer nuevos planes de futuro, y tratamos por todos los medios a nuestro alcance que ese nuevo proyecto de futuro llegue a feliz término.

Cuando encontramos pareja es un vagón que enganchamos a nuestro tren, a nuestra vida, haciendo juntos el mismo recorrido y cargando también con sus preocupaciones y deseos, programando un futuro en común.

Traemos hijos al mundo y cada hijo es un nuevo vagón que incorporamos a nuestro tren, a nuestra vida. De esa manera vamos cargando nuestra vida de más alegría, pero también de más problemas ya que, todo lo que les afecte a ellos, tanto lo bueno como lo malo, lo sintamos nuestro.

El tren se guía por unos raíles, nuestros raíles son los principios y la educación que recibimos, principalmente de nuestros padres y maestros, si han sido los correctos es difícil que nuestra vida descarrile.

El tren igual que los seres humanos, ha evolucionado desde las primeras máquinas de vapor, a los actuales trenes de alta velocidad, pasando por innumerables cambios.

El tren tiene grandes ventanales por los que se ve pasar el tiempo. También nosotros con nuestros ojos podemos disfrutar de los paisajes de nuestro entorno en las distintas estaciones.

La primavera con sus cambios bruscos de días claros y luminosos, y otros de fina lluvia que empapa los campos preparándolos para la floración.

El verano alegre y ruidoso y sobre todo caluroso, done los campos que en primavera eran verdes y brillantes, y coloreados de flores, se van poniendo dorados y luminosos.

El otoño romántico de temperaturas agradables, da gusto pasear por los parques matizados de tonos ocres, marrones y rojos, y los suelos alfombrados de hojas secas.

El invierno de grandes nevadas e intenso fríos, es mucho más hogareño, se disfruta más de la familia y de los amigos. Un buen jersey de lana y un simple vaso de leche caliente nos hace sentir realmente bien.

Paisajes que el tren en sus largos recorridos, y nosotros a lo largo de nuestra vida podemos disfrutar.

El tren pasa por túneles, unos cortos y otros muy largos. Nuestra vida también pasa por graves situaciones de distinta índole, que nos dejan hundidos en la oscuridad y desesperación, y creemos no llegar nunca a ver la luz al final del túnel.

El tren va cargado de equipajes, el nuestro son nuestras vivencias y recuerdos, algunos son maravillosos y entrañables, otros tristes y dramáticos, estos últimos quisiéramos borrarlos de nuestra mente pero no podemos. Todos, tanto los buenos como los malos forman parte de nuestra vida, son nuestro equipaje.

El tren con los años y el uso se deteriora, se avería, lo arreglan y sigue funcionando. A nosotros nos pasa lo mismo, nos van saliendo los famosos achaques de la edad, los primeros son más leves y poco a poco van aumentando hasta que necesitamos pastillas para todo, pero como el tren, seguimos adelante, siempre adelante, hasta que llega el momento que la máquina ya no tiene arreglo y entonces comprendemos que hemos llegado al final del trayecto.

1 comentario:

Paco Muñoz dijo...

El tren es el que llevas con la producción de notas a cual más interesante ¿Qué se me ve el plumero? pues sí, pero como siempre no soy muy exagerado en estas cosas -en otras una barbaridad-, que podría serlo.

Un beso.